33. Un lugar propio

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- He decidido vender la casa - le dijo Samantha mientras le acariciaba el pecho con la yema de sus dedos.

Estaban recostados en la cama del chico, abrazados, porque era mas cómodo estar allí que parados en medio de la habitación, como habían estado hasta hace apenas unos minutos.

No habían hecho nada, y aún así era uno de los momentos más íntimos que habían creado.

Tenían esa particularidad de crear momentos de plena intimidad que no implicasen nada sexual, quizás el sólo hecho de que ella reposara el oído en el pecho de Flavio para escuchar sus latidos retumbar una y otra vez, o los ratos que él se pasaba dibujando figuras sin sentido en el estómago desnudo de Samantha mientras ella estaba allí, relajada, pensando tan sólo en los trazos que el chico dibujaba en ella.

Porque creaban esos momentos sin quererlo, de forma natural, y eran igual de buenos que cuando follaban dejando de lado cualquier tacto suave y pasaban a algo mas brusco, aunque igual de bueno.

Porque podían hacer ambas cosas, aunque teniendo en cuenta la semana que Flavio había pasado, por el momento estar allí tumbados, sin hacer nada más, era la opción que mas feliz les hacía, con Flavio relajado por primera vez en muchos días y con ella entregándole esa tranquilidad, que hasta que no le conoció, no sabía que tenía para ofrecer.

- ¿Ya has hablado con la inmobiliaria? - preguntó Flavio mientras le pasaba los dedos con suavidad sobre el cabello.

- Sí, pero aún no la he puesto en venta en sí - respondió ella - quería verte primero, no quería hacerlo sola, pero ya está todo hablado.

Flavio le dejó un pequeño beso en la frente, feliz de que lo tuviese en cuenta para sentirse apoyada.

- ¿Le has puesto alguna restricción a la venta?

- El único requisito que he puesto es que la persona que se mude allí tiene que mantener el contrato de trabajo de todos los empleados - respondió Samantha - esas personas han estado allí desde hace años y no pueden perder el trabajo por mi culpa.

- Has hecho muy bien - Flavio sonrió.

- Además en el tren mientras venía hacia aquí he decidido que no voy a volver a dormir allí, me daré toda la semana para mudar las cosas a la nueva casa pero no quiero volver... de todas formas voy a seguir pagando a todos hasta que la casa se venda, se merecen unas vacaciones después de tener que convivir un mes entero con Susana.

- Bueno... ya sabes donde te puedes quedar hasta que consigas un nuevo sitio donde mudar todo - le dijo Flavio - en la calle.

- Gilipollas - Samantha rió mientras le pegaba un golpe en medio del pecho que hizo al chico quejarse, aunque apenas le había hecho daño - ya he estado viendo algo, es una casa no tan grande como la mía pero es igual de bonita...

- Pero no la compres aún, vente una semana mas a casa que te echo de menos - Flavio se hizo el que lloraba mientras la apretaba entre sus brazos.

- Pero si nos vamos a ver siempre - Samantha comenzó a reír mientras él seguía sosteniéndola - ¿ya te has acostumbrado a vivir conmigo?

Flavio asintió con una sonrisa y le plantó un beso en los labios.

- Mira ésto - le dijo a la vez se sentaba en la cama mientras trataba de recordar donde había dejado su móvil, el cual no había tocado desde que Samantha había aparecido por sorpresa en su habitación - te quiero enseñar una cosa que he compuesto el otro día.

Flavio localizó su móvil junto al piano y se levantó para cogerlo, pero en cuanto lo desbloqueó se quedó de pie leyendo un mensaje en particular.

Plumas blancas [ flamantha ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora