18. Escapar juntos

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- No se para que meto tantas camisetas si me voy solo tres días - Flavio hablaba solo mientras tiraba las últimas prendas dentro de la maleta perfectamente ordenada.

En dos horas su ave salía con destino a Murcia, su ciudad natal.

Era viernes y tenía planeado desde hace semanas aprovechar el puente para visitar a su familia. Su madre le estaba esperando porque llevaba sin verlo mucho tiempo, entre los últimos exámenes y el comienzo de las prácticas Flavio no había tenido mucho tiempo para visitarla, al menos no tantos días seguidos.

Arrojó por último el traje de baño y la cerró casi sin hacer esfuerzo, era muy ordenado y su maleta era prueba de ello.

La bajó de la cama al suelo y la llevo hasta la sala, cerca de la puerta.

Tenía todo listo para irse lo antes posible.

Podría haberse ido en su coche perfectamente, llevaba varios años conduciendo y ya había viajado de Barcelona a Murcia algunas veces, aunque no le gustaba pasar tantas horas solo en el coche. Si se iba en ave al menos podía ver el paisaje y escuchar música, relajado. 

La primera vez que había recorrido esas seis horas en coche hasta su ciudad había sido con su novia de copiloto, unos tres años atrás. Ella le había animado a hacer aquel primer viaje por la carretera, hacía poco tiempo que tenía carnet de conducir y aún no se sentía del todo confiado. Sin embargo, bajo la insistencia de la que en aquel momento era su novia, aceptó y se fueron juntos compartiendo aquel viaje que salió mejor de lo que Flavio esperaba, solo se había puesto nervioso los primeros kilómetros de la carretera.

Luego de que ella lo dejara intentó volver solo, sin copiloto, y le resultó mas duro de lo que se imaginaba. No iba a volver a hacerlo, por más cómodo que fuera tener el coche.

Suspiró pensando en si tendría todo listo y caminó hacia la cocina para buscar un vaso de agua, pero dos golpes en la puerta lo sorprendieron.

Dejó el vaso sin acabar en la encimera y caminó hacia la puerta. 

Cuando la abrió se sorprendió de encontrar a la última persona que se aparecería allí.

- ¿Samantha? - se extrañó - ¿pero que... que estás haciendo aquí?

La miró y se fijo en que no llevaba la vestimenta blanca propia de la clínica con la que siempre le había visto, ahora esta utilizando ropa normal y eso se le hacía un poco raro.

Sabía que la darían de alta, su padre se lo había dicho esa misma mañana, pero no esperó que la chica saliese tan pronto y mucho menos que se apareciese allí, frente a su puerta.

- No sabía a donde ir - le dijo casi en un susurro, parecía que había estado llorando.

Desde el día en que Flavio había descubierto que la idea de la chica había sido desde un principio enamorarlo para que la dejase salir, no había cruzado palabra con ella más que un saludo al llegar y otro al irse.

No estaba enfadado, quizás los primeros días sí pero para ese momento solo estaba decepcionado. No podía soportar que hubiese otra persona mintiéndole en cara, otra vez no.

- ¿Como has subido? - Flavio vivía en un piso cinco y no entendía como la chica había traspasado la puerta de entrada, mucho menos como había encontrado su dirección.

- He entrado con un vecino - le dijo con cuidado de que al chico pudiera molestarle su presencia - y tu padre me ha dado tu dirección, lo siento por aparecer de esta forma pero no... no sabía que hacer.

Flavio se hizo a un lado para invitarla a pasar, aunque seguía confundido de tenerla allí.

Era extraño, Samantha no parecía existir más allá de la clínica porque cuando no trabajaba ni siquiera podía tener contacto con ella, pero ahora estaba allí, en la sala de su casa.

Plumas blancas [ flamantha ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora