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El calor era impresionante ese día en la ciudad, por lo cuál la gente solía ir a las costas de Los Santos a tomar un baño. También era un excelente día de trabajo para las mafias de esta, días así les hacía ganar el doble o incluso el triple de dinero, la parte mala, eran los policías.

- Joooooooder~ Que llevamos tres horas aquí y no hemos vendido nada, tío.

- Acabamos de llegar, no te quejes tanto y busca gente con pasta

- ¿Por qué aceptamos el trabajo de Pablito?

- Porque necesitamos el dinero y es nuestro amigo, no nos pasará nada.

- Gustabo, estamos vendiendo droga en la playa a medio día. Está lleno de personas, y eso significa que la policía trabaja el doble, ¿En serio crees que no nos va a pasar nada? Además, los dos andamos con armas y no tenemos licencia.

El nombrado miró a su amigo con la ceja alzada, la verdad es que tenía razón, pero no lo admitiría. Cerró sus ojos y suspiró con fuerza, posicionando sus dos manos en su cintura.

- Haber, Horacio, sólo es un trabajo más. - Comentó soltando una leve risa, mirando en dirección a su mejor amigo. - Relájate, hombre, que no nos pasará nada. Venga, a vender.

Rendido comenzó a caminar en dirección a la gente en la orilla, escuchando los pasos del mayor siguiéndole. Si lo pensaba bien, estaban jodidos de dinero, y esta era la forma más fácil de conseguirlo. Era peligroso, sí, pero valía la pena, después de todo, era el único trabajo que habían podido conseguir en esas dos semanas que llevaban en Los Santos.

- Si nos pillan, yo huyo, eh.

- Lo que digas, tío.

*

«Iban a matar a Pablito.»

Llevaban un par de horas en comisaría luego de que los atraparan terminando de vender los últimos dos porros que les quedaban. Trataron de escapar en el coche que les había prestado su amigo, pero al no conocer bien la ciudad, terminaron en un callejón sin salida, siendo acorralados por los oficiales en unos segundos. Les quitaron las armas y el dinero que habían conseguido, los esposaron y subieron al patrulla. Les leyeron sus derechos durante el trayecto, haciendo un par de bromas para sacar de quicio a los agentes, y riendo fuertemente cuando los mandaban a callar.

Los habían guiado hasta una oficina amplia, con un escritorio, una mesa y algunos sillones. Al parecer el lugar era de alguien importante.

- Entonces, ¿Van a hablar?

- Oficial, llevamos media hora diciéndole que nosotros no tenemos nada que ver en el asunto este, ¿Podría usted prestarnos más atención?

- Iban con drogas, dinero sucio y armas sin licencia.

- Eso es correcto, no se lo voy a negar.

- ¿Y aún así lo están negando?

- Joder, que sí.

El agente suspiró cansado, aquellos idiotas realmente le estaban volviendo loco. Jamás había conocido a alguien como ellos, eran un par increíble. No sólo le estaban tocando un poco la polla al no responder lo que se les preguntaba, si no que además, los muy gilipollas bromeaban y se reían sobre la situación.

сложное триоDonde viven las historias. Descúbrelo ahora