Ring Ring

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Hinata odiaba la tecnología. Así de sencillo. Y era muy difícil; por no decir imposible, que ella odiara algo, pero lo hacía. Sabía de antemano que la tecnología era necesaria para que Konoha progresara, además de que ayudaba mucho a las personas en facilitarles la vida diaria pero... ¡Esto ya era el colmo!

¡Kakashi no dejaba de molestarla con ese artefacto del infierno! ¡Sí, del infierno! La Hyuga era la encarnación misma de la paciencia y la amabilidad, pero hasta ella tenía sus límites. Ni siquiera sabía que tenía límites hasta que la asignaron como asistente del Rokudaime Hokage.

A él simplemente le gustaba molestarla, pero no lo dejaría ganar. No señor. Ella era Hyuga Hinata, la asistente del Hokage y no lo dejaría ganar, ¡Lo iba a convertir en un Hokage digno o dejaba de llamarse Hinata!

-o-

Hace una semana:

Se despertó con algo de flojera aquella mañana, la calidez que le ofrecía la sábana blanca era algo que no quería dejar, pero era necesario pues hoy tenía un trabajo, no una misión, sino un trabajo más importante. Hoy era su primer día como la ya oficial asistente del Hokage. Estaba contenta por tener ese privilegio, aprendería mucho de aquél poderoso hombre, y llevaría honor al clan Hyuga. Su propio padre casi le besaba los pies desde que se enteró del trabajo de su hija. Era un verdadero orgullo. No a cualquiera se le confiaba ser la mano derecha de un Hokage.

Hinata se dio una ducha rápida para espabilarse y quitar toda esa pereza que se cargaba tras su espalda, eligiendo para vestirse sus típicas ropas de chunin que constaban de un pantalón ninja azul marino y su chaqueta lila, y en sus pies blancos colocó sus sandalias de kunoichi color negro.

Caminó a paso lento por las calles de su adorada Konoha, sabiendo de antemano que era temprano, por lo que no había de qué preocuparse. Cuando llegó a la torre del Hokage encontró a un par de shinobis resguardando la puerta, quienes les saludaron caballerosamente al verla acercarse. Se trataba de Namiashi Raido y Tatami Iwashi.

—Buenos días, Hinata-hime –saludó Raido después de Iwashi –Me temo que Hokage-sama aún no ha llegado. Si gusta puede esperarlo dentro de su oficina.

—Sí, creo que eso haré. Gracias, Namiashi-san, Tatami-san –les sonrió con amabilidad y éstos le abrieron las puertas para que ella entrara.

Hinata caminó por uno de los pasillos amplios hasta dar con una puerta en especial. Tomó el pomo de la puerta y lo giró, descubriendo que estaba sin llave, después empujó la puerta y entró. Ver la oficina del Hokage en ese estado le bajó el alma hasta los pies. Estaba revuelta de papeles, libritos de dudosa procedencia, eses de perros y pergaminos desdoblados, era todo un embrollo de oficina.

—Buenos días, Hyuga –la saludó Kakashi con voz desinteresada, asustándola de inmediato, pues había aparecido de repente tras la espalda de la joven. Hinata dio un saltito y giró su cuerpo hacia él, encontrándose con que estaban demasiado cerca. Se sonrojó de inmediato y dio un par de pasos hacia atrás, aterrada y trastabillando.

—Buenos días, Hokage-sama –respondió ella educadamente con una mano sobre su corazón. Enfundado en sus ropas blancas de Hokage, Kakashi pasó por un lado de ella y fue a sentarse en la silla preferencial, poniendo sus pies sobre el escritorio y luego sacó de por algún rincón un libro pequeño que se dedicó a leer. Hinata entró de lleno al recinto después de él y caminó al escritorio con pasos cuidadosos de no pisar algún papel que estuviera tirado en el suelo –Tome –indicó mientras dejaba un pequeño bento en la mesa. Era de dos pisos y estaba envuelto en una tela azul marino.

—Oh, que linda –se enterneció Kakashi al ver el detalle. Dejó su libro a un lado y luego la observó a ella fijamente para después agregar con voz divertida: – ¿Qué clase de veneno tiene, querida?

La asistente de Rokudaime HokageDonde viven las historias. Descúbrelo ahora