Eso no es moda

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―No –dijo Hinata terminantemente. Su voz se escuchó firme y su mirada no rehuyó.

―¿Por qué no? –se extrañó Kakashi mirando de nuevo el vestuario que había mandado pedir.

―¿Quiere que Tsunade-sama vuelva a dejarlo en el hospital? –Hinata le reprochó. De la mesita de al lado tomó un vaso con jugo y una pajita, después le dio de beber a Kakashi, quien por cierto, estaba acostado en una camilla de blancas sábanas, con una pierna rota en dieciséis partes, el cuello con un collarín, un brazo enyesado y varios dedos fracturados.

―Oh, ¿así que fue ella quien me golpeó? Ni siquiera alcancé a verla, solo vi oscuro. ¿Cómo pasó, Hinata-chan?

La muchacha soltó un suspiro de cansancio y empezó a relatarle la historia.

-o-

Hace tres días.

El día estaba muy aburrido. Los canes estaban tranquilos. Hinata estaba del otro lado del escritorio haciendo papeleo. Y él solo estaba sentado, con los pies sobre el alfeizar de la ventana, mirando hacia afuera un tranquilo atardecer. No había misiones ni problemas, todo estaba en calma. Lo único para lo que se requerían los ninjas era para hacer trabajos manuales. Como había mucha baja de misiones, Konoha se estaba preparando para un cambio drástico. Había que sacar dinero a como diera lugar para los aldeanos. Por lo pronto, los ninjas de nivel genin y chunin eran muy solicitados para las tareas domésticas, o de otra índole manual, por lo que tenía que pensar en qué ocupar a los de rango mayor.

Por ejemplo, Yamato había encontrado un buen negocio haciendo casas de madera. Shiranui Genma se había alquilado para citas y las jóvenes y señoras estaban locas por sus servicios. Morino Ibiki había decidido poner todo su conocimiento sobre técnicas psicológicas y de tortura en una trilogía de libros a la que llamó "50 sombras de Morino". Cada quien trataba de generar sus propios ingresos, pero había algunos que no sabían hacer otra cosa más que matar. A esos había que buscarles alguna manera de sostenerse antes de que se volvieran locos y causaran problemas. ¿Pero qué?

―Hokage-sama –escuchó la vocecita de ella –Tiene que firmar estos pergaminos.

Kakashi la escuchó pero no volteó inmediatamente. Se quedó viendo la rueda gigante de color fuego metiéndose allá en el horizonte.

―¿Hokage-sama?

―Hay que salir –determinó, sin moverse.

―¿N... nani?

―Estoy pensando demasiado. Tenemos que salir –se levantó en seguida de su silla y empezó a caminar rápidamente –Vamos chicos –los canes se levantaron un poco perezosos.

―Ho... Hokage-sama, es importante firmar estos pergaminos –se apresuró a darle alcance, pero Buru; el Bulldog café y grande, tapó por completo la salida. Se había quedado atorado. El pobrecillo pataleaba para poder salir y Hinata lo empujó con suavidad, sin embargo, una vez que salió, Hinata cayó de lleno sobre la espalda del perro y éste volteó hacia ella y le gruñó ferozmente –¡Waa! ¡Lo siento! –se alejó en rastras con sumo nerviosismo. Luego el can dio la vuelta y siguió su camino como si no hubiera pasado nada.

Sentada, Hinata soltó un suspiro de alivio y luego se dio cuenta de que los pergaminos que traía en la mano se habían arrugado y roto de algunas partes con el traqueteo de huir del perro.

Se dejó caer sobre el suelo de madera cómicamente, con los brazos extendidos. Miró el techo y pensó en todo el esfuerzo que invirtió para que esos pergaminos le quedaran bonitos. Todo para nada.

―¿Por qué a mí? –lamentó, cansada.

De pronto escuchó un par de pasos llegar sobre su cabeza y antes de que Hinata pudiera hacer algo para levantarse, Genma Shiranui estaba con las rodillas flexionadas, el senbon entre los labios y una ceja enarcada, mirándola con curiosidad.

La asistente de Rokudaime HokageDonde viven las historias. Descúbrelo ahora