Campaña canina

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Había sido un día perruno. Y tener a Kakashi como jefe solo empeoraba las cosas. Estaba a punto de renunciar, de decir ¡No puedo más, maldita sea, no estoy hecha para asistente! ¡Rikudo-senin llévame o llévatelo pero no nos dejes juntos en el mismo plano!

Pero el destino se reía en su cara a carcajadas porque justo cuando sentía que la paciencia se le extinguía hasta la raíz, a pocos segundos de gritar y explotar, a una pulsación de decirle a Hatake Kakashi que era el peor Hokage de la historia... ese ente del infierno hacía algo para solucionar todo.

Un algo lindo, un algo tierno, un algo simple y sencillo, un algo que le dejaba ver a Hinata que Kakashi era más que un niño aburrido sentado en la silla de un Kage.

Y ahora estaba allí frente a ella, vendándole la mano con cuidado y dedicación.

—Listo, Hinata-chan. Solo fueron dos puntadas –sonrió gentilmente como si nada hubiese pasado. Se le quedó viendo profundamente, acción que hizo a Hinata sonrojarse –Sé que no soy el mejor Hokage, sé que no soy el mejor jefe. Has tenido mucha paciencia conmigo pero... creo que ha llegado el momento de que te vayas. He contratado otra asistente.

Hinata se hizo para atrás con sorpresa.

¿Qué?

-o-

Hace unos días.

La noche había acaecido en Konoha. La luna brillante estaba muy alta, y sin embargo un par de sombras continuaban en la oficina del Hokage haciendo papeleo. Se trataba de Hyuga Hinata y Hagane Kotetsu. Estaban revisando los nuevos informes que habían llegado de algunas misiones, además, estaban analizando las finanzas de la aldea debido a un encargo especial del Hokage. Había pedido una suma de dinero para una actividad que él llamó "importante".

La palabra importante en palabras de Kakashi sonaba a problemas, pero Kotetsu y Hinata debían obedecer.

—Esto es lo que podemos utilizar para la actividad de Rokudaime-sama –indicó Hinata, mostrándole a su compañero una serie de sumas y restas que daban al final un resultado encerrado en un círculo grande.

—Está bien, déjalo en el cajón izquierdo para que lo vea por la mañana.

La joven de cabellos azules colocó todo en su lugar y después terminó de marcar algunos reportes de misiones como "Leído". Soltó un bostezo y Kotetsu levantó la mirada para verla.

—Hinata, ve a casa, ya es tarde. Yo terminaré lo que resta.

—De n-ningún modo p-podría dejarle todo el trabajo, Kotetsu-san –negó.

—Son las once menos cuarto –miró el reloj –Tu familia debe estar esperándote. Anda, no me obligues a sacarte –le sonrió.

La comisura izquierda de los labios de Hinata se elevó tímidamente. Una de las pocas cosas buenas de ser asistente era tener a un compañero de trabajo tan eficiente como Hagane Kotetsu.

—D... de a-acuerdo. P-pero mañana le t-traeré un almuerzo. Lo p-prometo.

Un carraspeo dramático interrumpió la charla de los amigos y compañeros de torturas. Ambos se giraron hacia la puerta.

—¿Qué hacen aquí los dos solitos? –Kakashi los miró ceñudo y con toda la desconfianza del mundo Shinobi, sobre todo hacia el pelinegro.

—Terminábamos el trabajo –contestó el ninja de la venda en el rostro.

—Sí, claro, a mí no me engañas, Kotetsu. Las personas con esa cara de inocentes son las almas más podridas de este mundo –parecía referirse a él, pero miraba inquisitivamente a Hinata con el ceño fruncido.

La asistente de Rokudaime HokageDonde viven las historias. Descúbrelo ahora