¿Qué estaba haciendo caminando hacia un bote de basura de algún terreno baldío? Ah, claro, recordaba vagamente los hechos con pequeñas migrañas que le hacían cerrar su cabeza. La historia comenzaba con una botella de alcohol y unas pastillas, que él conocía perfectamente como sus antidepresivos, ante la mirada rojiza de un amigo suyo. Recordaba que aquel día era viernes, un viernes antes de entrar al colegio a seguir impartiendo como docente, ¿quién diría que su maestro, viéndose tímido y seco, era adicto a los antidepresivos?
Tomioka Giyuu, un hombre de 22 años y profesor de deportes de la escuela Kimetsu, era adicto al clonazepam. Giyuu necesitaba consumir antidepresivos gracias al hecho de estar deprimido la mayor parte del tiempo, aunque muchas veces necesitaba de una píldora de extasis para seguirle la fiesta a sus amigos. Bostezó recordando perfectamente lo que había sucedido antes de perderse para que ahora, a las 4 de la mañana en un sábado; estuviera caminando a un bote de basura. Al menos ese era su plan antes de escuchar un pitido de coche y sentir unas luces detrás de él, ¿lo había seguido? Un chiflido le llamó por lo que giró su cabeza hacia el sonido, entrecerrando los ojos.
—¿A dónde vamos? —preguntó un albino de gran porte y con una bandana de piedras en la frente, Giyuu hizo ademán de negación.
—Déjame en paz, se acabaron mis pastillas, —alzó la voz lo más que pudo gracias al motor del auto que opacaba sus frases. Aturdido, siguió negando con sus manos.
—Te doy otras, debo tener o se las robo al hermano de Sanemi. —El de pelo negro y amarrado en una coleta lo pensó y decidió ir a la puerta del copiloto.
—Necesito irme a dormir. No he dormido desde nuestra pequeña reunión.
—¿Acaso eso no fue hace ayer? Tranquilo, no morirás por no dormir unas cuántas horas, —una risa burlona salió del más alto.
—Conduce, por favor.
~✨~
El sonido del motor del carro de Giyuu se apagó por completo, la música a todo volumen dentro del vehículo azulado no parecía haber sido silenciada por el dueño, más bien parecía que había intensificado su nivel mientras el joven dentro observaba a cada alumno ingresar a la escuela.
Estoy cansado.
Un pensamiento cruzó su mente pero no lo suficiente como para que mandara su oficio por un tubo y saliera velozmente del recinto, se colocó un audífono en su oído izquierdo tapándolo con su cabello, palpó su pantalón encontrando una caja de pastillas que alertaban al paciente de su uso: Clonazepam.
Miraba a todos los jóvenes, cada uno de los movimientos que los individuos articulaban pasaba por su cabeza, repasándolos, una migraña le atacó repentinamente a la par que sacaba una pastilla del bote para tomársela a secas, el agua no hacía falta si lo único que deseaba un día era morir atragantado por una de esas pastillas. La píldora pasó perfectamente, gruñó, hoy no sería ese día quizás.
Una mirada perdida, sin ganas de proceder a bajar del carro se seguía asomando en sus finos ojos azules, estaba en un trance hasta que alguien tocó su vidrio, exasperó mirando indiferente al intruso y bajó el vidrio del carro con tranquilidad.
—Hombre, tú si que no dejas ese vicio.
—Es esto o reprobar a todos mis alumnos para que me dejen en paz.
—Para ser maestro de deportes no te veo tan animado, Giyuu.
El de ojos azules entrecerró sus ojos y luego le dio una pasada de arriba hacia abajo al hombre que perturbaba su paz.
—Para ser maestro de artes no te ves vagabundo, Uzui, —el orgullo se escuchaba tronar con aquella frase tan intensa del hombre dentro del auto y la sonrisa del albino se ensanchó.
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Adrenaline
Teen FictionEl humo no ayudaba y el sonido retumbaba en sus oídos impidiéndole escuchar bien a su amigo, quien gritaba algo acerca de un vaso, empeoraba todo que a sus ojos el piso comenzaba a verse más cerca de su persona hasta que finalmente sucumbió a perder...