Shinazugawa Genya

379 52 7
                                    

— ¡Genya!, ¡ven aquí, carajo!

Un grito resplandecía su mañana tan tranquila como siempre, los desayunos y las rutinas matutinas habían sido momentos de rotunda tranquilidad cada día que osaba en abrir esos ojos que anhelaban, más que nada, un día normal. Se burló de su pensamiento, eso nunca era el caso en la casa Shinazugawa, era más usual notar un grito o algún alarido que palabras melosas. Se levantó de las colchas quitando las sábanas que lo abrigaron todas las noches en las que se sumergía en medicamentos necesarios para calmarse.

Claro, medicarse, había sido su pan diario desde que tenía uso de razón gracias a sus ataques constantes de pánico y su persistente ansiedad gracias a sus maravillosos padres, y ahora gracias a su hermano. Encontró un poco de reconforte en su gran tocador, lo curioso del mueble eran las cajas de píldoras que lo adornaban. Píldoras.

— ¡Genya, no lo voy a repetir!

Resignado de escuchar siempre alaridos de su hermano se dispuso a quitarse sus ropas de dormir para ir acomodando el uniforme de la escuela sobre su cuerpo, debía apurarse o el hombre irritado de abajo cometería algún ataque contra cualquier objeto de la casa. Salió de su cuarto para bajar las escaleras hasta llegar al comedor de ese gran hogar, que seguía pensando era demasiado para ellos luego de la muerte de su padre, y que su madre se volviera loca como para cumplir sus labores maternos.

¿Sus hermanos? Todos se criaban con una tía por necesidades "parentales", como le habían explicado cuando cumplió los 15 años y se tomó la decisión de ambos vivirían juntos, menos trabajo para la tía que se ofreció a cuidar a los más pequeños de la familia.

Aquel día ya sería el cuarto en asistir a la academia y el final de su semana escolar, realmente no estaba emocionado por la idea pero al menos había hecho un amigo, pensaba que eso sería lo más importante de su vida estudiantil. Un albino furioso se asomó por la cocina para ver al chico punk bajar muy lentamente los últimos escalones.

—Te estoy gritando para que bajes, —comenzó a decir aguantando con los puños las ganas de gritar.

—Estoy bajando, ¿ahora cuál es el problema, hermano? —preguntó calmado.

—El problema es que tu psiquiatra me llamó, ¿le pediste más pastillas? —el acusado negó.

—Corrección, le pedí que me cambiara las pastillas, —dijo completamente sereno mientras ingresaba a la cocina por algo de comer.

—¿Y quién dio el permiso de eso? —Genya se encogió de hombros.

—Las pastillas de antes no me servían y tú no me escuchaste nunca, —se recargó del fregadero. — ¿esperabas que me diera una crisis delante de todos para que me hicieras caso? Yo paso.

El histérico mayor de los hermanos, colérico, azotó el puño en la pared del lugar, asustando al otro en su acción. Genya exasperó.

—No vuelvas a hacer algo sin consultarme.

—¿Pero cuál es el problema?, ¿que decidí "no avisarte"?

—El problema es todo, Genya, ¡es todo!

—Esto es demasiado, era lo mejor para mi.

—No quiero discutir otra vez. Soy el mayor y debes obedecerme.

—Per-

— ¡Pero nada! Me voy con Kanae una semana así que ni me sigas ni me busques, si te quieres matar solo entonces hazlo, —dijo harto para tomar una maleta del piso y salir de la casa dando un portazo. Genya se quedó al borde del llanto con pequeños espasmos que le hicieron sentir completamente mareado.

AdrenalineDonde viven las historias. Descúbrelo ahora