Búsqueda del tesoro

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Uberto había regañado a Joaquín todo el camino de regreso a casa, como si el castaño hubiera elegido tener un ataque justo en ese momento y Emilio se sintió frustrado al no poder responderle al señor Bondoni, porque quería decirle que era su culpa, no de Joaquín, él le había dicho que no quería hacerlo, todos habían visto cuan enfermo se veía antes de siquiera tomar el arma, y aun así él lo había forzado a disparar.

Claro que su padre también le había llamado la atención por haber seguido a Joaquín, pero a él sí pudo decirle lo que pensaba, explicándole que si él no lo hubiera hecho Joaquín probablemente habría terminado en un hospital, Juan no le dio la razón, simplemente le dijo que él estaba ahí para conocer a Renata, no para hacerse amigo de Joaquín y que lo quería lejos de él.

Al llegar a la casa todos subieron a cambiarse para bajar a desayunar y aprovecho que solo él y Joaquín estaban en el último piso para colarse en su habitación y asegurarse de que estaba bien.

―Joaquín. ―susurró cerrando la puerta detrás de él, se había cambiado de ropa y estaba listo para bajar, pero ahora con la advertencia de su padre, seguramente no podría hablar con el castaño de nuevo mientras todos estuvieran presentes.

― ¿Emilio? ―Joaquín salió de una puerta al costado de la habitación con una camisa entre sus manos y el pecho al descubierto. ― ¿Qué haces aquí? Creí que tu padre no quería que hablaras conmigo de nuevo. ―murmuró colocándose la camisa, Emilio lo observo fijamente, llevaba esa cadena aún y finalmente pudo ver que lo que colgaba no era un dije, sino un anillo. Sin embargo, se distrajo al escucharlo repetir las palabras de su padre.

― ¿Lo escuchaste? ―Joaquín asintió y comenzó a cerrar los botones de su camisa. ―Solo quería asegurarme de que estuvieras bien.

―Estoy mejor, gracias. ―respondió mirando sus manos mientras cerraba los últimos botones.

―Mi papá solo estaba molesto, no hablaba en serio. ―añadió tratando de arreglar la situación, Joaquín solo sonrió.

―No importa, no eres la primera persona a la que le prohíben estar cerca de mí. ―Emilio quiso preguntar, pero se mordió la lengua. ―Gracias por ayudarme, nunca me había dado un ataque estando solo. ―era el primero desde que su padre le había prohibido estar cerca de Andrés.

―No fue nada. ―respondió Emilio restándole importancia. ―Entonces ¿te ha pasado antes? ―Joaquín asintió.

―Deberías bajar a desayunar o vendrán a buscarnos. ―Emilio le miró un largo segundo ante de asentir. ―Mi padre tampoco quiere que esté cerca de ti. ―añadió volviendo a meterse en aquella puerta que suponía era su closet y aun cuando quiso seguirlo para preguntarle porqué, decidió que era mejor dejarlo así por ahora.

Emilio bajo casi de inmediato y lo enviaron a sentarse al lado de Renata, Joaquín tardo unos minutos más en acompañarlos y su padre le impidió acercarse a ellos, aun cuando Renata lo llamó para unirse.

― ¿Cómo les fue con la cacería? ―preguntó Renata después de un rato de completo silencio.

―Mal. ―murmuró sin saber que tanto podía contarle a la chica, Renata asintió.

―Joaquín odia ir ahí, pero mi padre quiere forzarlo a hacer todas esas "cosas de hombres". ―Emilio la miró curioso.

― ¿Por qué? ―Renata se mordió el interior de la mejilla.

―Joaquín prefiere hacer otras cosas, como hacer pasteles y confeccionar ropa, cosas que para mi padre son de mujeres, piensa que es su culpa por irse tantos años y dejarnos a cargo de mi madre. ―Emilio frunció el ceño observando de reojo como Joaquín sonreía incomodo ante algún comentario de su padre.

Ámame hasta otoño || WATTYS 2020Donde viven las historias. Descúbrelo ahora