Traiciones

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Joaquín, Emilio, Renata, Romina y Diego, llegaron a casa de Azul emocionados con verse una vez más antes de que la rubia tuviera que marcharse de regreso a la escuela, habían prometido verse de nuevo en navidad, pero sabían que esas fechas eran caóticas para todas sus familias y no era nada seguro, así que disfrutaban los últimos días del verano.

Azul les había invitado a tomar un paseo en bicicleta junto a su futuro esposo y el amigo de éste, así que todos iban preparados para dicha actividad, Azul le consiguió una vieja bicicleta a Romina y Joaquín le prestó una a Emilio.

Salieron por la calle principal que los llevaba al pueblo, pero dieron vuelta a unos kilómetros de la casa para adentrarse a los pastizales, el sol brillaba sobre ellos y la brisa golpeaba sus rostros, había pasado mucho tiempo desde la última vez.

Las bicicletas cayeron al suelo cuando se sintieron alejados del mundo, respirando el aire fresco de la pradera, los jóvenes se unieron para caminar mientras contaban los planes para el siguiente fin de semana, cuando Azul cumpliría dieciocho, había organizado una fiesta para invitar a todos sus amigos y a la familia de su futuro esposo, sería una velada a la luz de la luna en un salón perteneciente a un viejo amigo de su padre, todos irían de esmoquin y vestidos largos, estaba emocionada con lo que la noche traería.

Aarón invitó a Romina a dar un paseo solos y ella aceptó siguiéndole por un camino diferente al resto, Renata y Diego se había perdido varios metros atrás y Emilio tomo la mano de Joaquín señalando un punto detrás de él, el castaño le dedico una sonrisa a Azul y ella le sonrió de vuelta comprendiendo su necesidad de estar solos.

Emilio le llevo a caminar entre los altos pastizales, Joaquín aún estaba luchando con sus pensamientos, pero cada que estaban solos, era difícil no dejarse llevar por el rizado, en especial cuando se la pasaba repitiéndole cuanto le quería y el montón de lugares que le gustaría que visitaran juntos.

― ¿Crees que mi traje esté listo para la fiesta de Azul? ―exclamó Emilio con una sonrisa enorme en su rostro, Joaquín le quito una ramita del pelo y frunció los labios.

Había estado trabajando todos los días en ese traje, era la primera vez que haría un traje completo él solo, los anteriores siempre los enviaba a terminar con el sastre de su abuelo, él terminaba los pequeños detalles y luego los enviaba a su casa, pero ese traje era especial, quería que cada punto y corte fuera suyo.

―Trabajaré de noche si es necesario. ―susurró con una tímida sonrisa, Emilio lo atrajo para rodearlo por la cintura y le dio un beso esquimal, el castaño se sintió cálido y seguro, era una sensación que había dejado ir tiempo atrás, pero ahora estaba ahí cada que Emilio le abrazaba.

―Te compré algo ayer. ―murmuró Emilio emocionado, Joaquín frunció ligeramente el ceño aun con una sonrisa en su rostro.

El día anterior su padre había llevado al señor Osorio al pueblo para comprar algunas cosas, Emilio había aceptado ir en cuanto su padre lo menciono y él no había entendido su repentino interés, ahora todo tomaba sentido.

― ¿Qué es? ―musitó esperando una caja de dulces o una barra de chocolate, en cambio Emilio saco una caja de terciopelo negro de su bolsillo. ―Emilio. ―protestó al darse cuenta que eso no le había costado un par de monedas.

―Lo compré en una tienda de segunda mano, no fue tan costoso. ―lo miró incrédulo y el castaño sonrió poniendo los ojos en blanco. ―De verdad. ―exclamó soltándole para poner la caja en las manos de Joaquín, el castaño suspiró y tomo la cajita con cierto recelo. ―Te prometo que tu anillo es más costoso. ―Joaquín sonrió a medias, su abuela había mandado a hacer ese anillo a mano, incluso si el regalo de Emilio venía de la joyería del pueblo, no habría costado tanto como ese bendito anillo, pero él no necesitaba saber eso. ―Ábrelo. ―le apuró ansioso por ver su rostro.

Joaquín abrió la cajita curioso y nervioso, de las cosas que Emilio pudo comprar, en definitiva, no esperaba eso. Dentro había un modesto relicario con una media luna y una estrella, le miró conmovido y el castaño tomo el relicario mostrando la cadena de la que colgaba.

―Voy a tener que irme pronto, pero cuando este lejos, quiero que mires a la luna y recuerdes que yo estoy pensando en ti. Y con esto podrás verla incluso por las mañanas y tardes. ―explicó el rizado con una sonrisa, Joaquín sonrió mientras Emilio colocaba la cadena alrededor de su cuello. ―Así yo llevaré tu anillo y tu llevaras a la luna.

― ¿Tú eres la luna ahora? ―susurró con una sonrisa dulce mientras Emilio cerraba el broche de la cadena, el rizado dejo un beso en su cuello y le rodeo por la espalda.

―Yo seré la luna y tú serás el sol, y cuando llegué el momento formaremos un eclipse. ―Joaquín sonrió enternecido por las metáforas que únicamente Emilio podía inventar.

―La luna y sol pasan mucho tiempo separados. ―murmuró recargando su cuerpo en el pecho de Emilio.

―Pero siempre se vuelven a encontrar.

Regresaron a casa entrada la tarde, cuando la luz del día estaba por terminarse, solo tuvieron tiempo para subir a cambiarse para bajar a cenar, se sorprendieron al encontrar los lugares previamente establecidos, su madre solo hacía eso cuando tendrían invitados, Joaquín y Romina estaban al final de la mesa, sus padres ocupaban la cabeza de ésta y Emilio y Renata se sentaban juntos nuevamente.

Emilio había terminado al lado de su madre, con Renata en medio de ambos, era como si trataran de mantenerlos lo más alejados posibles, mientras meditaba la idea de que fuera así, se encontró con la mirada de su padre, un escalofrío le recorrió la espalda y bajo la mirada hasta su plato.

Había un ambiente tenso en la mesa, a pesar de las conversaciones triviales, había un aire pesado e insoportable que Joaquín sentía solo podía percibir él y empeoraba cada que se topaba con la mirada de su padre.

―Oh, mira qué bello anillo. ―exclamó su madre tomando la mano de Emilio, el cuerpo te Joaquín se tensó de inmediato y vio como Emilio dejaba de respirar mientras todos observan fijamente su anillo.

―Emilio ¿de dónde sacaste ese anillo? ―murmuró el padre de éste con el ceño fruncido, su hijo nunca había sido de usar joyería de ningún tipo.

―Yo se lo regale. ―exclamó Romina atrayendo todas las miradas hasta ella, Joaquín la miró consternado y ella le dedico una sonrisa. ―Estaba entre las joyas que me regalo mi abuela, pero no me ha quedado. ―añadió rápidamente, sus padres asintieron aún confundidos con que su hijo decidiera usarlo ahora, incluso Uberto aceptó la explicación, pero no Elizabeth.

Observó el anillo sintiendo que lo había visto antes, Emilio trato de soltarse de su agarré, pero Elizabeth estaba tan concentrada que le fue imposible hacerlo. De pronto los ojos de la señora Bondoni se abrieron tanto que Emilio se sintió acorralado, pero ella no busco su mirada, sino la de Joaquín al final de la mesa.

El castaño bajo la mirada poco a poco y ella comprendió entonces como había llegado el anillo de su suegro, a la mano de Emilio.

Al otro lado del pueblo, Ximena regresaba a casa con una sensación extraña en el pecho, todos ellos habían sido sus amigos desde que eran niños, recordar la vida que pasaron juntos le hacía sentirse culpable por sus acciones, pero la herida en su pecho por la traición de todos ellos le convenció de que era lo correcto.

El amor que se esforzaban por proteger, estaba mal y debían aceptarlo antes de que todos pagaran las consecuencias que debían caer únicamente sobre la persona que había traído ese comportamiento al grupo.

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Espero les guste :3

Ahora puede que se acerquen las lágrimas *-*

Gracias por leer :3

Ámame hasta otoño || WATTYS 2020Donde viven las historias. Descúbrelo ahora