Descubiertos

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Sus labios eran suaves y le besaban con tanta delicadeza que por un segundo su mente se desconectó del mundo, no quería pensar en lo que su padre diría o lo que pensarían las personas afuera si los encontraban ahí, en cambio solo deseaba enfocarse en la dulce caricia sobre su cuello y en esos labios que sin saberlo le estaban robando su primer beso.

Sintiéndose curioso subió sus manos por la espalda de Emilio, él dio un paso más cerca de su cuerpo, no había distancia alguna entre ambos, podía sentir el movimiento de su pecho contra el suyo, era tan consciente de la presencia de Emilio que le era imposible concentrarse en otra cosa.

Sus manos viajaron hasta sus alborotados chinos, atrayéndolo aún más a él, mordió su labio inferior sacándole un jadeo de sorpresa y solo entonces sintió la impertinente lengua de Emilio buscando la suya, sabía dulce.

― ¿Joaquín sigues ahí? ―la voz de Andrés rompió la burbuja y ambos dieron un salto separándose tan rápido que, de no ser por los labios hinchados de ambos, jurarían que aquello había sido solo una fantasía. ― ¿Joaquín?

Sus miradas se encontraron y Emilio corrió la mirada, sin poder creer que acababa de besar a un hombre y no cualquier hombre, el hermano de su supuesta prometida, Joaquín comprendió aquella mirada avergonzada y se limpió el labio inferior antes de salir a su encuentro con Andrés.

― ¿Qué pasa? ―cerró la puerta tras él lo suficientemente rápido para que Andrés no pudiera ver dentro y Emilio solo escucho el golpe como si hubiera sido a kilómetros de distancia.

―Llevas demasiado tiempo aquí, pensé que algo malo te había pasado. ―explicó rodeándolo por los hombros, Joaquín sonrió en agradecimiento.

―Estoy bien, solo estaba tratando de arreglar mi cabello. ―mintió, Andrés se detuvo en mitad de las escaleras, le soltó mirándole con una ceja alzada.

― ¿Y cómo terminaste con los chinos más alborotados que de costumbre? ―cuestiono con una sonrisa divertida. Las mejillas de Joaquín tomaron un dulce tono rosado recordando los dedos de Emilio entre sus chinos.

―Les puse más agua para tratar de arreglarlo, pero cuando se secaron quedaron así. ―exclamó mintiendo de nuevo, Andrés asintió sin darle mucha importancia, siguieron bajando sin decir nada más, hasta que Andrés volvió a llamar la atención del castaño.

― ¿No estaba Emilio contigo? ―Joaquín le miró directamente a los ojos con la boca ligeramente abierta, solo entonces Andrés noto la marca en su labio inferior, como si le hubieran ¿mordido?, frunció el ceño y Joaquín sonrió incómodo.

―Se fue antes de que terminara de cambiarme, creí que estaba con ustedes. ―respondió tratando de mostrar su mejor rostro para mentir, pero Andrés lo miraba fijamente a los labios, se llevó los dedos a estos por inercia, solo entonces noto la hinchazón y un leve dolor en ellos. ―Oh. ―exclamó con el ceño fruncido. No había esperado que aquella mordida hubiera sido para dejarle una marca.

― ¿Te diste también en el labio? ―preguntó Andrés llevando su mano hasta los dedos de Joaquín para quitarlos de sus labios y poder ver mejor la herida.

―Eso creo. ―susurró el castaño mirándole de reojo bajo aquellas largas pestañas, Andrés tomo delicadamente su labio inferior, dando un paso más cerca inspeccionando la magulladura.

―Debiste morderte cuando caíste. ―susurró con delicadeza, Joaquín se limitó a asentir. ―Ven, te pondré algo de hielo. ―exclamó de pronto tomando su mano con sus dedos entrelazados para llevarlo hasta la cocina.

Emilio se había dado de golpes contra la puerta incapaz de comprender sus acciones, no quería ni ver a la cara a Joaquín, porque sabía perfectamente que había sido él, sí, quizás Joaquín le había seguido, pero era él quien había dado ese primer paso y ahora estaba apenado.

Ámame hasta otoño || WATTYS 2020Donde viven las historias. Descúbrelo ahora