3. Moody

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Una vez leí en un libro que marcharse era difícil hasta que te marchas y no podía estar más de acuerdo. Unas horas antes comencé a acobardarme y pensar que quizá mamá y papá tenían razón, pero luego, el valor llegó a mí y cruzar la puerta de abordaje fue mucho más sencillo y fácil.

Mis padres no habían dejado de insistir en que al más mínimo síntoma de malestar, les llamara para que fueran por mi a Bogotá, luego de jurarles que estaría bien, subí al avión con tranquilidad, para mi fortuna me tocó sentarme sola sin nadie que me agobiara. Fueron las cuatro horas de mi vida más lentas, no paré de sentir nervios o de preguntarme si lo que estaba haciendo no era una locura.

Cuando el avión aterrizó tuve que mentalizarme a mi misma de que comenzaría algo totalmente nuevo. Bajé del avión y caminé por el túnel que me llevaría a recoger mi equipaje junto a los demás pasajeros. No tardé mucho en encontrar mi maleta color azul con arcoíris en la banda, así que la tomé y comencé a caminar hacia la salida, donde supuse me estaría esperando la abuela y Henry.
Busqué entre las personas y encontré una cabellera negra con los mismos ojos de mamá sosteniendo un cartel que dicía mi nombre. Sonreí y caminé con emoción hasta mi hermano. Henry abrió sus brazos y no dudé en lanzarme a ellos. Estaba más alto de lo que recuerdo.

-¿Cómo estuvo el viaje, pulga?-me preguntó después de saludarnos y toma mi maleta.

-Bien-respondí.

-Genial, la abuela nos está esperando.

Salimos al estacionamiento y caminamos unos metros hasta que Henry se detuvo frente a un auto azul Nissan.
Abrió la cajuela y colocó con facilidad el equipaje para después abrir las puertas del automóvil. Subí al asiento del pasajero y Herny arrancó el coche.
En el trayecto me permití disfrutar del paisaje que ofrecía Bogotá. Era una ciudad hermosa y colorida.

Mi hermano aparcó el auto frente a una casa muy grande, lo que me hizo suponer que era la propiedad de la abuela. Bajamos del auto, Henry me aventó un par de llaves que supuse son para abrir la puerta del jardín y entrar mientras él bajaba mi equipaje.

El jardín estaba muy bien cuidado, había varios rosales plantados y muchas plantas que desconocí. En el interior de la casa me recibió un cálido aroma a canela y manzana. Pude fijarme que en el recibidor había un mueble con distintas fotos de la abuela, mis padres, tíos, primos y de Henry junto a mí. Antes de que la abuela me recibiera, salió a mi encuentro una bola de pelos enorme ladrando y moviendo la cola con alegría. Fruncí el ceño porque no recordaba que la abuela tuviera un golden retriever. El perro se abalanzó sobre mí con descomunal familiaridad, solté algunas risas al sentir como lamía con júbilo mi mejilla derecha.

-¡Moody!-gritó mi abuela el que creo que era el nombre del animal.

El perro "Moody" obediente se alejóun poco de mí pero sin dejar de ladrar feliz y mover su cola con devoción.

-No sabía que tenías un perro, abuela.

-Oh, no. No es mío. Solo se lo cuido a un chico por temporadas en las que tiene que salir a trabajar y nadie se lo puede cuidar.

-Es lindo.

-Y al parecer le agradas-dijo Henry a mis espaldas y Moody ladró en aprobación haciéndonos reír.

-Bueno, pero venga aquí-la abuela abrió sus brazos y me atrajo en un abrazo-. Está más bonita que la última vez que la vi.

-Gracias, abu.

-Henry, suba las maletas a la habitación que preparé y usted venga, hice sus galletas favoritas.

La abuela me guiĺ por todo el interior de la amplia y bien decorada casa, Moody nos siguió feliz sin dejar de mover su cola.
Me senté en una de las sillas del comedor mientras la abuela puso un plato repleto de galletas con chispas de chocolate. Le sonreí agradecida y tomé una. Sabían deliciosas, eran las mejores que había probado en toda mi vida, Moody ladró demandando mi atención. El can se sentó sobre sus dos patas y miró con deseo mi galleta, aproveché que la abuela estaba entretenida y le di un pedacito.

Piezas de mí- j.p. villamilDonde viven las historias. Descúbrelo ahora