17. Bajo la mesa

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El día de la boda de Henry y Marietta se llegó más rápido de lo que todos hubiésemos querido. Nuevamente me enfrenté a tener que convivir con mis padres, aunque esta vez no tenían toda su atención en mi, sino en Henry y en toda la boda.

—Acomodate ese cabello, niña—dijo mamá y metió uno de mis mechones detrás de mi oreja.

—Ya es hora, ya llegó—la voz de la madre de Marietta hizo que mi progenitora dejara de pelearse con mi cabello.

—Las damas, todas en sus posiciones—ordenó la wedding planer.

Las amigas y hermanas de Marietta y yo tomamos nuestros lugares en fila, la mujer que organizó toda la boda nos tendió a cada una un pequeño ramo de crisantemos amarillos con blancos. Henry le ofreció el brazo a mamá para caminar hasta el altar en el bien arreglado jardín.

—¡Suerte, idiota!—le grité, mi hermano rió sacando el dedo de en medio y mamá nos vio con desaprobación.

Segundos después, las hermanas de Marietta comenzaron a caminar y yo detrás de ellas, tratando de no tropezarme con la larga falda rosada del vestido. Traté de fijarme bien por donde caminaba, no quería que mi torpeza saliera a la luz y de pronto terminara cayéndome frente a todo el mundo. Deseaba en esos momentos ir del brazo con alguien para sostenerme por si la aguja del tacón se enterraba en el césped, pero a mi madre se le ocurrió que era mejor si las damas entraban sin compañía, estaba segura que aquella idea se debía a que detestaría verme junto a Juan Pablo, aunque para suerte mía e infortunio de ella, mi novio se encontraba en las primeras filas, luciendo un perfecto traje negro junto a una corbata rosa pastel que hacía juego con mi ridículo vestido largo. Se encontraba junto a sus padres, los chicos y mi mejor amiga, Janeth, quien viajó a Bogotá solo para la boda. Me distraje unos momentos viendo a Villa, haciendo que casi besara el piso.
Sentí mis mejillas calientes al darme cuenta que todos habían visto a la idiota dama de honor tambalearse. Me concentré en llegar sana y salva hasta la primer fila de sillas designadas para las damas de honor.

La ya tan común marcha nupcial sonó y todos se pusieron de pie para recibir a la novia. Marietta lucía preciosa del brazo de su padre, cuando estuvo al lado de Henry, me fue inevitable no soltar algunas lágrimas, siempre había sido un poco sentimental y ver a mi hermano mayor unir su vida a la de una chica espectacular que lo amaba, me hacía feliz.

Durante la ceremonia, no pude concentrarme mucho porque a Villa se le ocurrió la grandiosa idea de enviarme mensajes por WhatsApp.

—Compórtate, niña—la voz de mamá a mis espaldas me hizo parar de reír y rodeé los ojos—. Dame ese teléfono.

—No.

—Elizabeth—me dijo enojada.

—No tengo 15 años, no puedes castigarme, mami—respondí irónica mientras el rostro de ella se puso serio y sorprendido.

A mis papás les sorprendía que su niña obediente y pragmática se les rebelera, que estuviera por fin tomando las riendas de mi propia vida.

Villa: Me vas a decir que estoy loco, pero...
Yo: ¿pero?👁👄👁
Villa: Un día así estaremos nosotros🤙🏻
Yo: Si estás loco jajaja😂
Villa: Por usted.

Me reí levemente y guardé el teléfono en uno de los bolsillos que poseía el vestido. No pude evitar imaginarme a Villamil y a mi en esa situación, lo que me hizo sonreír como estúpida. Quizá era demasiado rápido pensar en aquello si apenas llevábamos muy poco tiempo juntos, pero con aquel chico sentía que mi corazón de alguna forma siempre había sido suyo.

Piezas de mí- j.p. villamilDonde viven las historias. Descúbrelo ahora