11. A un mundo de distancia

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La cafetería era un lugar con frecuencia muy concurrido, a las personas les encantaba visitar el establecimiento para degustar algún nuevo postre, tomar un café o pasar el rato porque era un lugar sumamente agradable, en las pocas semanas que llevaba trabajando ahí, había sido testigo de varias peleas entre novios, demostraciones de amor y también había visto el semblante pensativo y el corazón roto de más de una persona que buscaba algo de paz en tomar un café caliente o saborear algunas galletas.
Hoy en particular, la cafetería estaba a reventar, no solo por lo que servíamos ahí, sino porque era viernes de música en vivo y nuevamente mi tía aprovechó para pedirles a Morat que tocaran algunas canciones, le estaba sacando jugo a mi situación con Villamil, aunque él insistiera que no era ninguna molestia.

Me recargué en el mostrador mientras veía a los chicos hacer su magia en el escenario de la cafetería. Me quedé un poco boba viéndolos, especialmente al de ojos verdes.

—Cantan muy bien, ¿verdad?—la voz de una chica a mi lado me hizo salir de mis pensamientos.

—Sí, son geniales—respondí mirándola y ella sonrió levemente.

—¿Crees que podría ordenar un café?—preguntó un poco tímida buscando con la mirada a alguno de los meseros.

—Por supuesto, yo misma te lo traigo, ¿cómo lo quieres?

—Quisiera un frappe para llevar, por favor—dijo ella.

—Seguro...

 —Daniela—dijo presentándose.

—En un momento te lo traigo, Daniela.

Pedí en la cocina el frappe, aunque supe que iría para largo el pedido, pues no se daban abasto, decidí hacerlo yo misma aunque me perdiera el show que estaban dando los chicos porque a ese paso el frappe saldría hasta Navidad.
Terminé de decorar bien el frappe con la crema y después salí de la cocina.

Efectivamente, el show había terminado, aunque las personas seguían en sus mesas charlando o comiendo, no vi a Daniela y fruncí el ceño.

—Ey, ¿no has visto a una chica castaña con una blusa roja con rayas blancas?—le pregunté a Mario.

—Mm, creo que la vi afuera—respondió y asentí con la cabeza.

Me dirigí a la salida, aunque Martín e Isaza me bloquearon el paso.

—¿A dónde va?

—Afuera tengo que entregar este pedido, me tardé un montón y creo que la clienta pensó que no se lo iba a llevar, así que quitense—respondí.

—Ya se ha de haber ido, mejor demelo a mí.

—¡No!—respondí dándole un manotazo a Martín—, a todo esto, ¿y Villa?

—En el baño—dijo Isaza.

—En el carro—dijo a su vez Martín confundiéndome.

—En el baño, acuérdese, Marto.

—Ah, sí, sí. En el baño, tenía estreñimiento.

Los miré a ambos con una ceja alzada y después los empujé para salir a tratar de alcanzar a Daniela y darle su pedido, que obviamente sería gratis, aunque deseé no haber salido ni ver aquella escena.

Carraspeé llamando la atención de las personas que frente a mí estaban besuqueandose como si no hubiera un mañana. 

—Lamento interrumpir, aquí está tu pedido, Daniela—dije—. La casa invita, que lo disfrutes—le sonreí falsamente y me di la vuelta.

—¡Lizzie, espera!—escuché la voz de Juan Pablo a mis espaldas. 

Hice caso omiso y seguí caminando, pero antes de que pudiera empujar la puerta de la cafetería su mano tomó mi brazo impidiendolo.

Piezas de mí- j.p. villamilDonde viven las historias. Descúbrelo ahora