5. Los Vargas e Isaza

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Al despertar lo primero que hice, como todo joven hoy en día fue revisar mi teléfono celular. Para mi sorpresa me encontré con un WhatsApp de un número que dejó de ser desconocido en cuanto entré al chat a ver su foto de perfil. Era Juan Pablo Villamil. Me dediqué a observar unos minutos su foto en donde aparecía tocando un banjo. Otra vez me recriminé a mi misma lo idiota que fui. Decidí no contestar el mensaje y clavarle el visto. Estaba un poco molesta porque no me dijo que era integrante de una de mis bandas favoritas. Estaba molesta con él y conmigo misma.

Me di una ducha rápida y al bajar las escaleras tomé las llaves de casa y del automóvil para ir al aeropuerto por Jan, que llegaba justamente hoy de visita. Gracias al GPS y a las indicaciones que Henry me dio hace dos días, logré llegar al aeropuerto sin perderme. Estacioné el auto y caminé con pasos rápidos al lugar donde esperan todos a los pasajeros que llegan de distintos destinos. Esperé unos minutos con paciencia hasta que vi una cabellera castaña aproximarse, Jan me sonrió a la distancia y le devolví el gesto. Me di cuenta que no venía sola, mi mejor amiga sostenía la mano de un chico que en cuanto logré reconocer casi me fui para atrás.

—Hola—dijo mi amiga como si nada y me abraza.

—Hola—dije aún sin salir de mi sorpresa.

—Él es Martín Vargas, mi novio—me lo presentó y lo saludé tratando de no parecer rara.

—Un gusto Liz, Jan me ha hablado mucho de ti.

—Espero que cosas buenas—respondí y él sonrió.

—Obviamente—intervino Jan—. Elizabeth hermosa, ¿crees que podamos llevar a Martín a su casa?

—Seguro—respondí—. Pero vas a tener que darme instrucciones para llegar, aún no me ubico mucho.

—Gracias, Eliza—dijo mi amiga y le di una mirada que dijo "más tarde hablamos tú y yo".

El trayecto a casa de Martín fue lleno de risas y anécdotas por parte del colombiano. A decir verdad es que pese a lo sorprendida que estuve, Martín Vargas me había caído bastante bien, con solo unos minutos de tratarlo me di cuenta que era un chico extraordinario, tierno y que amaba demasiado a mi amiga. 

—¿Y te ha gustado Bogotá?

—Me ha encantado, es una ciudad preciosa.

—Bogotá es el mejor lugar del mundo—dijo con orgullo.

—Ya lo creo—reí.

—Ey, tampoco. México es el mejor lugar del mundo, un paraíso—nos contradijo Jan y eso inició una pequeña discusión entre Martín y mi amiga.

En pocos minutos estábamos frente a la casa de Martín.

—¿Quieren pasar un rato?—nos preguntó—. Mi mamá muere por verte, estoy seguro de que está más emocionada por tu llegada que por la mía—dijo Martín viendo a Jan.

—Otro día, bebé—respondió ella y pronto se pusieron cariñosos.

—¿Mejor que te parece si vas a dejar tus cosas y nos vemos para comer aquí en casa?

—Bueno, pero vendré con Eli—quise protestar pero me ignoraron los dos.

—Obvio—dijo.

Hice una mueca al ver sus muestras de amor y me volteé hacia otro lado. Fijé la vista en el suelo como si fuera la cosa más importante del mundo. Después de sus arrumacos, Martín bajó su maleta y se despidió de nosotras.

Jan se cambió de asiento a un lado de mí y emprendimos camino hacia la casa de mi abuela, durante el trayecto no dijimos mucho, la verdad era que me estaba mordiendo la lengua para no reclamarle el haberme ocultado que su novio era el baterista de la banda que me gustaba. Por Merlín, eso aún sonaba de locos.

Piezas de mí- j.p. villamilDonde viven las historias. Descúbrelo ahora