epilogue

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Helena terminó de secar el último plato y cuando se dio la vuelta vio que Summer, la pequeña niña de ocho años se encontraba parada en el marco de la cocina y en su rostro se notaba la indecisión.

—¿Qué pasa, cariño?—preguntó Helena.

—Es que...—la niña rubia no pudo terminar la frase cuando rompió a llorar. Helena se preocupó de inmediato y la abrazó.

—¿Qué pasa, mi cielo?

—Es que yo… yo rompí algo—dijo la niña sin disminuir los sollozos.

—¿Qué rompiste, cielo?

—Un portarretrato tuyo y de Chris—contestó Summer sin dejar de llorar.

Helena sonrió levemente y luego le secó con las manos las lágrimas en las mejillas.

—No pasa nada—dijo Lena.

—¿No me castigarás?

—Claro que no, ¿lo hiciste a propósito?

—No.

—Entonces no tengo porque castigarte, los accidentes pasan.

—¿No me devolverán a la casa hogar?—volvió a preguntar temerosa Summer.

El corazón de Helena se hundió al ver a la pequeña niña así. Sí, después de casarse e intentar tener un bebé por un año y fracasar en el intento, Chris y ella decidieron adoptar. 

Helena y el rubio quedaron encantados con Summer, una niña rubia de ocho años que durante su corta vida había estado en varias familias y luego había sido devuelta como si de un objeto se tratara. La pelirroja aún no entendía cómo había personas que fueran capaces de hacerle todo aquello a la dulce niña que tenía frente a ella.

—No eres un objeto, cariño y jamás te devolveremos, ¿sabes por qué?—preguntó Helena y Summer negó con la cabeza—Porque Chris y yo te amamos y somos tu familia.

Summer sonrió entre lágrimas y luego abrazó a la pelirroja.

—Ahora, vayamos a recoger lo que rompiste, ¿bien?

Helena encontró el retrato roto en la sala, con ayuda de la escoba y recogedor juntó los pedazos y buscó dónde poner la fotografía de ella y Chris mientras compraba un portarretratos nuevo.

—Listo—dijo la rubia fresa.—Ahora, ¿qué te parece si me ayudas a poner la mesa? Chris no debe tardar en llegar.

Juntas, comenzaron a poner los platos en la mesa y al cabo de unos minutos, Dodger ladró anunciando la llegada de Chris. Lena se dirigió a la cocina a sacar la ensalada del refrigerador y al salir la escena que vio la enterneció.

Chris cargaba a Summer y le daba vueltas en el aire mientras la niña reía sin parar y Dodger daba pequeños saltos feliz.

—La cena ya está lista, niños.—dijo Lena llamando su atención.

—Ya, no hay que hacer enojar a la jefa—dijo el rubio haciendo reír a la menor. Helena le dio una mala mirada.

Durante la cena, Chris se dedicó a platicarles un poco a sus dos chicas el proyecto que tenía junto a Robert Downey Jr para dirigir una serie y Summer se dedicó a hablar de lo bien que le había ido en su examen de matemáticas.

—Es igual de inteligente que yo—dijo Chris sonriéndole a su pequeña.

—Ni siquiera sabes sacar una raíz cuadrada—respondió Helena haciendo reír a Summer.

—Claro que sé.

—No, papá, no sabes—en cuanto Summer pronunció aquella palabra los tres se quedaron en silencio—. Perdón.

—¿Qué? No cariño, no debes disculparte por eso, nosotros somos tus padres.—dijo Helena sonriéndole a Summer.

—Entonces, ¿puedo decirles mamá y papá?

—Claro que puedes, mi princesita—respondió Chris conmovido.

Summer se levantó de su asiento y los abrazó a ambos. Helena besó la cabeza rubia de la niña y luego miró a Chris con lágrimas en los ojos. Ambos llevaban alrededor de un año esperando que Summer se abriera a ellos y los viera como lo que eran, sus padres.

Al terminar de cenar, Chris cargó a Summer en su espalda hasta la habitación de la niña.

—¿Segura que no quieres que cambiemos los colores?—preguntó el rubio señalando las paredes.

—Nop. Me gusta el rosa—respondió la rubia. Se metió bajo las frazadas y Dodger se subió a los pies de la cama fielmente.

—Se vería mejor de un color naranja con azul— respondió el rubio y la niña hizo una mueca de disgusto.

—¿Me cuentas un cuento?—preguntó Summer.

—Seguro, hazme un lugar—dijo Chris.—Érase una vez una reina que vivía en un palacio, creyendo que era la más hermosa de todas. Un día la reina, le preguntó a su espejo quién era la más herm….

—El de Blancanieves, no, papá.—Chris sonrió nuevamente al escuchar esa palabra.

—Bien, bien, lo que mi niña ordene. 

》Érase una vez una princesa pelirroja y gruñona llamada Laila.
Laila estaba encerrada en la torre más alta de un castillo vigilada por un dragón, así que la joven necesitaba un príncipe que la salvara.

Y así fue como Chris terminó contándole la historia a Summer de cómo él y Helena se habían enamorado.

El rubio sonrió al ver a su hija dormida y luego de darle un beso en la frente salió de la habitación.

Helena estaba muy entretenida leyendo un libro en la sala de estar y Chris sonrió al verla.

—¿Qué lees?—preguntó él.

Lena frunció los labios y luego suspiró antes de apartar la vista del libro y enseñarle la portada.

—¿Cuidados para bebé y maternidad?—preguntó Chris confundido.—¿Por qué lees…?— los ojos de Chris brillaron de entendimiento y miró a su esposa con esperanza.—¿Estás…?

—Sí, va a ser padre nuevamente, señor Evans—respondió Helena sonriendo.

—¿Cómo…?, ¿hace cuánto lo sabes?

—Hoy en la mañana tuve los resultados.

Chris rió feliz y luego abrazó con fuerza a la pelirroja. No podía pedir nada más, amaba a Helena y a sus dos hijos.

Helena era la reina de su corazón. Los finales felices si existían.

king of my heart- chris evansDonde viven las historias. Descúbrelo ahora