Capítulo 8

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Una noche lluviosa, Break quiso estar presente mientras preparaba mis alimentos.

—¿Cuándo comenzaste a comer carne humana? —preguntó tal cual hablase del clima, sentada en el mesón de la cocina, con una galleta de chocolate en la boca; a diferencia de a Black, a ella le encantaban las cosas dulces.

Esperaba el momento perfecto para darle la vuelta a la carne en el sartén, tenía la forma de un bistec común y corriente.

—Alrededor de los 15 años, sino mal recuerdo —contesté con el mismo tono casual que ella.

Tomó otra galleta, le dio una mordida.

—Eras una mocosa. —Sonrió maliciosa.

Hablar del tema tan tranquilamente me causaba gracia.

Volteé la carne, tenía mucha hambre, eso de torturar gente toda la tarde me abría el apetito como pocas cosas.

—Tú te manifestaste cuando Black tenía 11 años.

Atendí el sartén donde preparaba la cena de Lukka.

—Cierto, cierto. —Rio, como si todo eso fuese en verdad una cuestión sin importancia, bueno, para nosotras lo era—. Entonces, 15 años.

Apagué la mecha en la que estaba el espagueti.

—No fue mi primera víctima de asesinato, pero sí la primera en despertarme ese tipo de curiosidad, quería saber a qué sabría acompañado de pimientos.

Soltó una carcajada, su risa terminó contagiándome.

—¿Por qué no te conocimos antes? —Break tendía a hablar en plural en ocasiones, sobre todo cuando estaba relajada.

—Probablemente, porque habríamos intentado matarnos. —Caí en cuenta de que en realidad sí lo habíamos intentado—. Bueno, lo decía por eso de que tanto tú como yo ya somos adultas maduras, en ese momento creo que éramos más... impulsivas.

—Yo era y soy una salvaje —admitió sin problemas—, ¿Qué hay de ti? —Cogió otra galleta, aparté el paquete de ella, a Black no le gustaría volver con una indigestión causada por chocolate.

—Siempre supe que había "algo mal" en mi cabeza, pero era buena fingiendo. —Me encogí de hombros—. Es solo ser inteligente, carismática y saber endulzarle el oído a las personas que te rodean.

Enarcó una ceja; había aprendido que ella y Black compartían ese gesto.

—¿Sólo? —Me dedicó una de sus sonrisas burlonas—. ¿Cómo es que tus padres no sospecharon? —Inclinó su cuerpo hacia adelante—. Apuesto a que tuviste más de un detallito fuera de lo común.

Recordé aquellos años, desde que tenía memoria, las imágenes que pasaban por mi cabeza parecían sacadas de lo que los adultos llamaban películas de terror, sin embargo, a mí no me asustaban e incluso me entusiasmaban, de todos modos, tuve la inteligencia suficiente para no comentar nada de lo que pensaba con nadie, de habérselo dicho a mis padres, seguramente habría terminado en el psicólogo infantil.

—Admito que tenía ideas un poquito sanguinarias. —Sonreí, ella también sonrió, a sabiendas de que ese poquito era una broma personal—. También que quise dañar a algunos compañeros en repetidas ocasiones, aunque luego lo pensaba con la cabeza fría. —Agradecía tener esa habilidad de razonamiento para contrarrestar mis impulsos—. Y prefería tener un historial limpio. —De ese modo, personas como Charlotte no podrían encontrar nada incriminador para usar contra mí.

—Oh vamos, no te creeré tanta inocencia, así que, de psicópata a psicópata, dime, ¿Cuántos animales?

Fue mi turno de reír.

Lukka BlackDonde viven las historias. Descúbrelo ahora