Capítulo 2

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Tal como su personalidad proyectaba, Lukka era una persona realmente ocupada, regida por las manecillas del reloj; cuando no estaba en clases, estaba en alguna conferencia o congreso de Arquitectura, sino era eso, entonces eran sus profesores los que requerían su presencia para alguna actividad extra, pues claro, era su alumna estrella, y si a esa rutina le sumaba el empeño con el que estudiaba y realizaba sus proyectos personales, cielos, era un completo misterio como no colapsaba.

Con todo eso encima, Lukka buscaba hacerse un espacio para pasar tiempo conmigo. A veces charlábamos en la cafetería, en ocasiones caminábamos por la universidad, y de vez en cuando la convencía de sentarnos en las jardineras del área común entre nuestras facultades, un logro inmensurable por ese detalle de que aborrecía la idea de ensuciarse. Con el mismo esmero, a lo largo del día, Lukka se tomaba pequeños momentos para mandarme mensajes de texto, los cuales yo respondía al instante; al inicio sus mensajes habían sido tan formales que parecía me hablaba por mero compromiso, no obstante, no quité el dedo del renglón hasta que me tomó suficiente confianza y su modo de mensajearme adquirió un matiz jovial, llegando al punto de que nuestro historial de conversaciones era algo cotidiano, la mañana comenzaba con un "Buenos días" de su parte y yo cerraba el día con un "Buenas noches".

De ese modo, los días fueron pasando entre evidentes coqueteos por ambas partes, había química entre nosotras y eso era innegable, sin embargo, mi misma obsesión por ella, que fue creciendo día a día, me impedía ver lo obvio, ansiaba, literalmente, devorarla, no podía pensar en lo que sentía estando con ella, porque todo el tiempo pensaba en matarla y fantaseaba con el sabor que tendría.

Sin embargó, había más que eso.

Lo sabía.

Aunque moría por matarla, en el fondo de mí existía algo que denominaba un impulso capaz de superar a mi instinto asesino, pero no sabía cuál era, peor aún, ni siquiera sabía que no era un impulso, sino que era un sentimiento.

Pobre idiota de mí.

Estaba enamorándome de mi objetivo.

Y ni siquiera era capaz de saberlo, porque jamás había sentido ninguna clase de afecto o cariño por nadie.

Esa inexperiencia emocional casi me costó cometer el mayor error de mi vida.

Un mes después de habernos conocido, estaba esperándola afuera de su edificio, tenía mi vista fija en la pantalla de mi celular, veía algunas de las fotografías que había ido tomándole a Lukka, esa debió ser una de las señales, por todos los cielos que debió serlo, pues yo no acostumbraba a retratar a mis objetivos, pero ahí estaba, deslizando la pantalla de foto en foto, en la mayoría ella no se daba cuenta de que era mi modelo, pero había una en particular en la que sí era consciente de eso y salía viendo a la cámara con una tenue sonrisa, cuando llegué a esa foto sonreí.

—Ya te dije que continuaremos mañana. —Esa era la voz de Lukka—. Tengo un compromiso ahora.

Guardé mi celular en el bolsillo interno derecho de mi chaqueta y alcé la mirada, la vi en la entrada del edificio, estaba acompañada por ese chico alto con el que la había visto antes, Leónidas Grybos.

—¿Qué te sucede últimamente, Black? —Su voz era profunda, con un acento que delataba era extranjero, sin decir de donde—. Por lo regular serías tú quien no me dejaría ir a mí. —Sonrió con sorna.

—Es asunto mío —respondió Lukka, cortante.

—Para ser tu mejor amigo, eres bastante fría conmigo.

Vi como Lukka crujió sus nudillos, clara señal de que aquella situación la irritaba; giró el rostro hacia donde estaba yo, cuando me vio, por su expresión, supuse que podía, y de preferencia, debía, acercarme en cuanto antes.

Lukka BlackDonde viven las historias. Descúbrelo ahora