¡Hola a todos! ¡MUCHAS GRACIAS DE NUEVO POR TODOS LOS MENSAJES DE CARIÑO!
Realmente lucho con esta historia, porque amodoro mucho a Kita, pero el hdp es TAN putamente perfecto que hacer una historia a su alrededor se torna sumamente difícil porque es putamente perfecto. ¡Espero poder mantener el interés de todos y que no se torne aburrida! T_T
De nuevo, espero que todos estén bien y tolerando lo mejor posible esta cuarentena. ¡Muchos ánimos para todos! A veces, leer y escribir puede ser muy terapéutico. Sacar lo que tengan en forma de palabras, imágenes o sonidos ayuda a sentirse mejor. Yo recién ahora estoy volviendo luego de semanas complicadísimas, y espero que todos puedan sentirse mejor pronto.
Un abrazo gigante a cada uno.
CAPÍTULO 4: Sakuragari
Cuando Chizuru apareció corriendo como un infante de metro sesenta y cinco justo en el borde del cantero frente a su casa, Shinsuke Kita supo que sus mañanas iban a tener otra rutina. Era lógico, ¿no? Lógico, normal, caballeroso y de nuevo, lógico.
Iban al mismo colegio, partiendo desde el exacto mismo punto de arranque y a la misma hora. Entonces, ir juntos y lado a lado era algo esperable para él. ¿Cambiaba su rutina? Si. Pero no más que lo habían hecho los gemelos al regreso de clases. Y las similitudes, debía decir, eran muchas: porque ella no estaba golpeando a nadie. No maldecía. No estaba lanzándose sobre otra persona y pateando su entrepierna como estaba acostumbrado a ver con sus kohais. Pero era ruidosa, se reía como hasta quedar sin aire y con un sonido ronco al final. Hablaba tan rápido que, de no tener buena dicción, no podría entenderla. Y aún así, su falta de acento kansai propio de la región donde estaban ahora complicaba algo las cosas.
Con todo y esos inconvenientes, pudo sacar varias cosas en claro, aunque siempre debió mantenerlas en sus propias palabras para que no perdieran la magia.
―Mi hermano está en su último año de universidad. Quiere ser veterinario pero se desmaya con solo ver sangre. ¡Lo hice ver Hachiko y lloró como niño chiquito! Aunque yo también lloré, entonces no cuenta ¿verdad?
Si había algo que Chizuru era consciente en sí misma era la velocidad con la que podía escupir palabras entendibles, pero no la comprensión de su interlocutor. Y el rostro de Kita parecía gritarle en varios idiomas silenciosos que parecía usar más aire del que podía contener en sus pulmones.
―L-lo lamento ―comenzó a decir. La sonrisa apoteósica en sus facciones suaves―. Realmente hablo muy rápido...
―Lo haces ―Kita fue tan rápido y sincero para responder, que la joven casi sintió la estaca en medio del pecho―. Pero no me molesta. Puedo entenderte.
Y nuevamente, esa sonrisa apareció.
―¡Que alivio! Por como estabas viéndome, creí que me ibas a golpear con tu bolso.
―Nunca te golpearía con mi bolso.
―Eh... No estás demasiado familiarizado con el sarcasmo ni el doble sentido, ¿no?
La secuencia infinita de pestañeos fueron respuesta suficiente. Y ese frío húmedo recorriendole la columna vertebral acompañó la afirmación sin necesidad de palabras.
¿Cuánto llevaba viéndolo a diario ya? ¿Un mes? ¿Casi dos? Y en todo ese tiempo, sentía que había remado un bote dentro de un enorme cubo conteniendo un mar de brea. Es decir, ¡era adorable! Un caballero chapado a la antigua. El sujeto la acompañaba a casa todas las noches cuando apenas los separaban unos metros de distancia. Su abuela debía ser con seguridad el ser vivo más dulce respirando en la superficie terrestre. No tenía pruebas, pero tampoco tenía dudas. El sujeto se había ofrecido a acompañarla hasta la sala de profesores cuando la semana anterior llevó su archivo al colegio y buscó su uniforme. Y en todo ese trayecto, había sido el perfecto caballero. Con la más perfecta cara de poker, como la de un cachorrito mirando un punto fijo sin dejarte leer su mente. Adorable pero tétrico. Y...
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Komorebi
RomanceKomorebi, son los rayos de luz del sol que se filtran a través de las hojas y las ramas de los árboles. Algo así, como esos parpadeos permanentes que acompañan el día a día. La permanencia. Lo que te ata a tierra. Algo así como su risa en el aire de...