YUUDACHI

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¡Hola a todos nuevamente! NO DOY MÁS DE TANTO CARIÑO EN CADA ACTUALIZACIÓN.

Gracias por tanto. Por animarme a seguir escribiendo, por leer, por comentar, por dejar su apoyo. De verdad, GRACIAS.

¡Espero que este capítulo también les guste! ¡De a poco (MUY DE A POCO) el príncipe va entendiendo algunas cosas xD! Pero es Kita. Hay que tener paciencia. MUCHA. DE LA BUENA.

¡Nos vemos pronto!





CAPÍTULO 6: Yuudachi

El equipo de voleibol masculino del colegio Inarizaki era llamado una powerhouse por una razón: eran fuertes. Eran realmente fuertes. La clase de equipo que tienes que prepararte durante años para derrotar, porque su capacidad de atraer monstruos reales a sus filas era tan efectiva como los métodos de entrenamiento que utilizaban. Y es que ellos jamás miraban atrás. Jamás se conformaban. Jamás mantenían la vista en el equipo que habían formado, sino del que tenían para mejorar. Nunca quedarse quietos. Siempre superándose, siempre moviéndose, siempre desafiando. Porque así los llamaban: los retadores más poderosos. Y ese nombre no venía en vano y no se forjaba gratis. Como seis gladiadores en cancha y sus soportes esperando para dar las estocadas letales. Todos jugaban un papel importante, y Shinsuke Kita lo veía con la claridad que se tiene cuando el sol ilumina la pradera durante la mañana. Y desde su posición, como capitán silencioso, podía entenderlo todo. Observando las espaldas imponentes de los monstruos que eran sus compañeros. El orgullo quemando en su pecho, aún de pie en la zona de intercambio. Porque esa era su labor. La necesidad de si en un partido. El guardián oculto de las estrellas más brillantes que danzaban al ritmo de Atsumu Miya, tan sonriente como el sol que realmente era, opacando todo con sus solos movimientos.

Cuando Oujiro Aran remató el tanto ganador para Inarizaki, el marcador estaba el 25-18. El sonido ensordecedor de los gritos fanáticos en el estadio municipal de Hyogo eran como alabanzas sonoras dedicadas a todos los que dieron todo en esa duela. Y es que quienes siempre solían animarlos no eran únicamente las enamoradas eternas de los gemelos y sus uchiwas pomposos con nombres grabados. Sino que eran todos los que conocían de su propio vecindario. Cada persona que estaba en contacto con los muchachos del equipo históricamente los animaban a viva voz. Y siempre, aún cuando no fuera titular, ahí siempre estaba su abuela.

Nunca podía no sonreír ante la visión de su suéter o camiseta grabado en su nombre, como si nadie pudiese ignorar el parentesco. Tampoco le era posible ignorar su pequeñez al sentarse junto al señor Matsukawa, el dueño de la librería cercana a su casa. Ni de los alumnos que portaban esos ruidosos instrumentos que Atsumu manejaba desde la cancha como un director de orquesta enfadado con el universo. Aunque si, era algo impresionante de ver. Como lo era cada movimiento que el muchacho rubio tenía en la duela: como si se transformara y fuera otra persona totalmente distinta. Los movimientos calculados. El cuerpo en perfecta sincronía con el balón y haciendo bailar a todos a su ritmo. Hasta que abría la boca y recordaba las palabras de Osamu: porque por más que fuera excepcional, en un partido la edad mental de Atsumu Miya caía cuatro años.

—Buen partido, todos —fueron las palabras que su entrenador les dio cuando se acercaron a la banca. Las respiraciones agitadas concentradas en un solo espacio físico—. Salgan a saludar y recojan todo.

La rutina a la que Shinsuke Kita se había acostumbrado al ganar partido tras partido. Saludar a un oponente cabizbajo y a veces satisfecho. Recoger los balones del equipo y marchar a los vestuarios para cambiarse. ¿Que si era duro ver los rostros apenados de quienes ya no volverían a jugar? Si. Claro que lo era. Ese podía ser él al no ganar, y de seguro tocaba una fibra sensible en su pecho. ¿Pero tenía forma de remediarlo? Solo no perdiendo. Solo seguir ganando. Jugar una y otra vez. Repetición, calma y repetición esperando el mejor resultado posible. Esa era su forma de ver el camino que estaban recorriendo como equipo. Y le parecía totalmente válido.

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