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EL SILENCIO
no es mi idioma.

La luna era más que solo una estrella más en el cielo negro, era un sol oscuro con el que usé para iluminar mi camino. Una forma particular de guiarme hasta el lugar de la fiesta.

Aún no dejaba de repetirlo. Una fiesta en la que no conozco a nadie, una fiesta en la que solo lo conozco a él. Ni siquiera sabía su nombre ni él el mío. Me invitó, solo por el sencillo y frívolo hecho de que lo observaba de manera descarada. Y cuando cierro los ojos, recuerdo el lento movimiento de sus labios.

Al compás de la brisa fría de la noche, me encogí de hombros y antes de llegar soplé a las estrellas y una bocanada de aire inundó mis pulmones. El lugar, estaba repleto de chicos que a penas tenía su edad. Me sentía fuera de lugar, fuera del aura misteriosa y tranquila. Hasta que alguien chocó hombros conmigo, y la tormenta rugió. Sus ojos se dirigieron por primera vez en la noche a los míos, y no se despegaron hasta que sonrió. Esbozó una sonrisa a la que yo no estaba acostumbrado a ver.

Aún cohíbido por mi accionar, no sabía que pensar o que sentir. Me preguntaba una y mil maneras que hacía en un lugar así. Con tantos chicos que se refregaban los labios y compartían vasos. No es que me desagradaba. Es el simple hecho de ser un completo extraño.

Me sentía alejado de la tierra, sobre el cielo viendo la luna de cerca, hasta que, sentí una mano extraña sujetando la mía con delicadeza y dulzura. Me voltee y allí lo ví, sonriendo por nuestra unión, o eso era lo que creía yo. Tan inocente me llevó hasta la pista y comenzó a bailar de una manera que nunca antes había visto.

DE ESO SE TRATA,
de coincidir con gente
QUE TE HAGA VER COSAS
que tú no ves,
QUE TE ENSEÑEN
a mirar con otro ojos.

Luego, sin notarlo siquiera, esbozó otra sonrisa, porque, yo me había quedado estático delante de él. Delante de sus ojos. Sonreí, porque estaba un poco sonrojado, lo noté porque mis mejillas estaban que ardían.

Comencé a mover mi cuerpo, poco a poco, con movimientos suaves y poco inusuales ante su mirar. Dentro de unos minutos, ya estábamos danzando en el mismo ritmo y al compás de la música. Suaves y lentos, rápido y fugaces.

La música, de repente cambió y se dispuso a colocar un ritmo lento, como para bailar de a dos. Por un lado, deseaba a las estrellas que él, éste ser que siquiera sé su nombre, me invitara a bailar. Juntos y bien pegados del uno al otro. Por otro lado, eso no ocurrió. De un instante para otro, él ya se encontraba con otra persona, una chica extraña que me parecía poco casual que se encuentre en este lugar. Una chica de cabello largo y de... Al parecer también tenía lunares. Estrellas oscuras por toda la cara.

•••
Sep.. lo que sospechan, lo he confirmado. He entrelazado un poco La Chica De La Pulsera De Elefante con El Chico De Los Lunares.
Espero que les haya gustado.
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El Chico De Los Lunares © ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora