Epílogo

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…Sí  existen los finales felices, pero también los agridulces…”

8 años después…
Aquí me encuentro otra vez en el país que me vio nacer. Mi vuelta no es nada placentera. La noticia de la enfermedad de mi padre me obligó a volver antes de lo previsto, que siendo sincera, esperaba que no fuera nunca.
Contemplo el gran aereopuerto y no puedo evitar que me invadan recuerdos de la última vez que estuve aquí. Como despedí a mi madre envuelta en lágrimas, y como tuve que separarme de mi padre, pilar importante en mi vida. Era algo que tenía que hacer, necesitaba dejar todo atrás.

Por suerte 6 meses después se unió Camila a mi descabellada aventura por europa, haciéndome el viaje menos solitario.
Si algo tenía claro era que no pretendía volver. La vida se tornaba cada vez más fácil y mirar atrás no era una opción.

Un año más tarde decidí darle otra oportunidad al amor. Un amor alto, trigueño, de ojos azules y una sonrisa que prometía romper corazones. Me dejé envolver por su galantería y grité mi amor a los cuatro vientos.
Acabábamos de mudarnos cuando la noticia cambió mi mundo. Increíble el poder que tienen dos simples rayas y más increíble aún, como el supuesto amor eterno se fue al caño ante la visión de cambiar pañales. Al parecer ser padre a los 25 no estaba entre sus planes. Me reí de la ironía.

Me encontraba sola con 21 años, lidiando con un embarazo lejos de todo y de todos, pero seguí adelante y no me arrepiento de ello. Lily es por mucho lo mejor que me ha pasado.

La vida me regaló otra sorpresa cuando 3 años después Camila se casó. Sí, leyeron bien, casada. Owen es el mejor cuñado que alguien podría pedir. Ellos dos han sido un gran apoyo para mi y para la nena.

Así pasaron los años siguientes. Tranquila, soltera pero no sola. Ver a Lily crecer era mi mayor recompensa.

Recojo el último equipaje cuando oigo a mi lado:
-Mamá, chocolate- me dice Lily, y sin más se echa a correr hacia el puesto de dulces.
-¡Lily! ¡Vuelve aquí!- exclamo mientras la persigo por todo el aeropuerto con todas las maletas a cuestas.

Para mi alivio veo a un hombre interceptarla.

-¡Eh pequeña! no deberías correr sola por aquí. Podrías perderte.
-¡Quiero chocolate!- le escucho decir a mi hija nuevamente.
-Cuando venga tu mami seguro que te compra, pero no debes salir corriendo así porque sino se preocupa.
-Exactamente Lily, no puedes salir corriendo así. ¿Y si te pierdes?- la agarro entre mis brazos y la apretujo fuerte.
-Muchas gra…- mi corazón deja de latir. No puede ser él.
-¿Liam?- digo en un susurro casi inaudible.
-¿Alexa?

"...Ojalá nunca hayas leído nada de lo que te he escrito, porque me destrozaría saber que a pesar de eso no me has buscado..."
                               Mario Benedetti

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