Capítulo 22

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Sentí como la respiración de Chaewon se alejó de mi cuello y cómo el alma se me desplomaba al piso. ¿Yena habrá visto...? El silencio me hizo pensar infinidad de cosas.

"Esto sí que está oscuro." Dijo y luego las luces se encendieron de nuevo.

Yena no parecía para nada sorprendida, molesta o daba alguna señal típica de una persona que se sintiera engañada. Estaba en la entrada con la mirada puesta en mí y sus ojos maravillados por mi vestido. Luego divisé a Chaewon, quien también me miraba absorta, como si estuviese fascinada y... a un metro de distancia de mí. Me preguntaba cómo podía alejarse tan rápido sin que alguien la notara cerca siquiera. (Es una ninja en secreto 😎👊)

"Te ves preciosa, Minju." Me dijo Yena.

"Gracias." Musité, con la voz temblorosa que salió de mí.

"Démonos prisa." Me instó, haciendo también un gesto con la mano para que saliera por la puerta. "Vamos, amor." Le dijo a Chaewon.

Tomé mi abrigo y no le dirigí siquiera una mirada a Chaewon en el camino, o mejor dicho, una mirada que ella notara. ¿Qué demonios había ocurrido hace unos instantes? Hubo un acercamiento demasiado... demasiado... lo que sea. A fin de cuentas, había sido demasiado para mí. ¿Es que ella no se daba cuenta de lo que me hacía? Y cuando lo hacía, ¿no pensaba en Yena? Esto estaba sobrepasando los límites, Chaewon no era una patán, no sé porque se comportaba como una.

Especulé durante los cuarenta y tantos minutos que se había tomado el viaje hasta la dirección que Yena tenía anotada en letra manuscrita en un papel doblado en cuatro.

"Aquí es." Dijo Chaewon.

Dirigí mi vista a través de la ventana del Chevrolet, en donde un hermoso jardín se expandía glorioso en el exterior de aquel salón de eventos. Del cual vislumbraban sus luces, reflejándose en los cristales de los grandísimos vitrales de la casa.

Bajamos del auto después de que Chaewon la estacionara en el aparcamiento del jardín. Miré maravillada todo a mí alrededor, vaya celebración para un cumpleaños.

Yena tomó del brazo a Chaewon y por el otro lado, me tomó también a mí; y juntas nos encaminó hacia el interior de la casa. Me quedé sorprendida cuando divisé la decoración, si afuera era hermoso, cuánto más adentro.

Del techo colgaban candiles enormes, hechos de cristal y pedrería, que reflejaban poderosamente la luz y la proyectaban en miles de colores danzantes. Las paredes, adornadas con pinturas de algún artista francés, lucían acogedoras con ese color perla que las coloreaba. El suelo era blanco, de piso que jamás había visto. El lugar era grandísimo y gente vestida de lo más elegante parloteaba en pequeños grupos formados por tres o cuatro personas, con copas de cristal conteniendo vino; mientras que la música de fondo eran hermosas melodías a piano.

"Wow." Musité, sorprendida.

"Es... grande." Concordó Chaewon, viendo también los enormes candiles del lugar.

"Yena, mon diamant!" (¡Yena, mi diamante!) La voz ronca de un señor nos hizo voltear a verlo. Era un sujeto de aspecto opulento, alto y su cabello peinado lucía algunas cuantas canas esparcidas entre el gris.

"M. Courtois, bon anniversaire!" (¡Sr. Courtois, feliz cumpleaños!) Dijo Yena, expandiendo su sonrisa al hombre. Él la tomó por la espalda y la llevó entre la multitud, hablando con ella.

Chaewon y yo nos quedamos paradas allí, solas. Al comprender esto, mi corazón comenzó a latir frenéticamente.

"¿A dónde va?" Le pregunté, perdiendo de vista a Yena. Se encogió de hombros.

El manual de lo prohibido (2kim)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora