Capítulo 5
Luego de una hora de plática, finalicé todo lo que supuse era importante para Chad. Él se encontraba con la quijada apoyada en la palma de su mano, traía las cejas fruncidas, como si hiciera alguna clase de cálculo complicado.
-O sea que tengo frente a mí a dos ángeles expulsados del cielo… -Murmura. – Hay algo que no tiene sentido. Las alas de mi padre eran negras, ¿por qué entonces estaba en el cielo?
-Aún tratamos de averiguar eso. –Comentó Daniel.
-Ahora, tenemos que pedirte un gran favor… -Suspiré. –Necesito que me des el brazalete. Si alguien más lo consigue, no sé qué sería capaz de hacer con él. Especialmente si llegara a ser un demonio, hallaría la manera de copiarlos y llegar al cielo… Sería destrucción total.
Sus ojos me escudriñaron por un momento y se pasó la mano por el pelo, revolviéndolo.
-Supongo que el maná fue en vano. –Sonrió Daniel y lo imité.
Era cierto, porque ya habíamos encontrado el maná que serviría para el hechizo de localización. De todas maneras, aún teníamos que fabricar aquellas flechas.
-Les daré mi brazalete. –Aseguró Chad. –Con una condición.
-¿Cuál? –Pregunté dudosa.
-Quiero ir con ustedes.
-Ir… ¿a dónde? –Cuestionó Daniel.
-Sé que en algún lugar en el cielo, hay una “ranura” abierta. Algo así como un portal, en el que sólo si llegas a pasar por allí logras ir al cielo.
-Bastante informado. –Masculló Daniel.
-Quiero acompañarlos. Necesito saber más de mi padre. De todas maneras, no saben dónde es, ¿cierto?
Daniel y yo intercambiamos una mirada. Pensábamos averiguar más acerca de todo, pensar que tenemos casi todas las soluciones frente a nosotros llega incluso a ser dudoso. Encontrar al hijo de Brandon aquí mismo, habiendo tantos lugares en el mundo…
-¿Qué dicen? –Chad se levantó y nos tendió la mano.
Suspiré y le estreché los dedos. Un nuevo picor se extendió por mi brazo y lo retiré de inmediato. Lo cual significaba que no había sido un sueño o mi imaginación, era la misma sensación de la Devilstone.
Daniel se dio cuenta y miró a Chad con precaución. Este solo fruncía el ceño ante mi reacción.
-¿Qué pasa? –Preguntó.
-Hay algo en ti… Eres como la Devilstone.
-La famosa piedra que mata ángeles… Pensé que era ficticio.
-No, no lo es. Pero tu piel… quema.
Se miró la mano confundido.
-Tenemos muchas preguntas, y casi nada de respuestas. Será mejor que planeemos todo. ¿En qué dirección está la ranura? –Cuestionó Daniel.
-Atrás de las fogatas, a unos cuatro kilómetros. –Respondió.
-No es mucho, pero tendremos algunos problemas para llegar.
-¿Por qué? –Dudé.
-En esa dirección se encuentra un refugio de demonios, Drew viene de allí también junto con la chica de pelo morado.