Capítulo 4

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Capítulo 4

Entrecerré los ojos en su dirección hablando mentalmente con Daniel.

-Drew está aquí, ven rápido.

Él levantó una ceja y sonrió. 
-¿No puedes cuidarte sola cariño? -Cuestionó Drew.
-¿Qué?
-Puedo escuchar tus conversaciones con Daniel.

Tensé los hombros. Mi compañero de cuarto llegó en ese instante.

-¿Qué haces aquí? -Gruñó.
-Los cuido.

Sus ojos se dirigieron a mí y asintió satisfecho.

-Y la razón por la que nos querrías ayudar es... -Moví las manos en círculos.
-Porque los persiguen, y sólo espero el momento en el que se den cuenta de dónde está a quién buscan. Que está muy cerca, de hecho… -Sus ojos se movieron alrededor, sin dejar de sonreír.
-No sé de qué hablas. -Espeté. Momentáneamente confudida por el “a quién buscan” cuando en realidad es un “qué”.

Drew metió las manos en los bolsillos de su pantalón y se dirigió hacia el campamento, sin antes lanzar una mirada sobre el hombro.

-No me huele bien. -Masculló Daniel.

-Apesta, de hecho.

-Tenemos que cuidarnos más. Tienes que protegerte. Sé que puedes hacerte un hechizo de protección.

                Lo observé desde el rabillo del ojo nerviosa. Si hiciera eso, yo quedaría protegida, pero él no. Eso sería alguna clase de desventaja para él y me parecía injusto.

-No te preocupes, estaré bien. –Dijo.

-¿Estás seguro?

-Mucho. Ve a dejar tus cosas, te espero en la fogata. Tenemos una recolección de maná pendiente.

                Asentí y corrí a dejar mis cosas. Cerré la puerta y bajé las escaleras. Mi cara se golpeó contra alguien y reboté hacia atrás, evitando caer sobre una de las piedras afiladas que decoraban el portal.

-¿Qué… rayos? –Gemí sobando mi espalda.

-¡Perdón! Mierda, ¿estás bien?

                Levanté la vista para encontrarme con el mismo idiota del día anterior. Luis Smith me miraba con temor en los ojos y a su lado, su fiel séquito contemplaba la escena.

-Tienes cierto fetiche con andar por ahí tropezándote con todos. –Mascullé sacudiendo mis pantalones.

-Juro que esta vez no fue a propósito.

-Como sea. –Murmuré.

-¿Estás bien? –Preguntó su amigo.

                Lo miré con cuidado y asentí, tomando su mano. Una quemazón se extendió de inmediato por mis manos y contuve el alarido que quiso salir de mis labios. El sentimiento era el mismo al que obtuve cuando toqué la Devilstone. Sin embargo, fue tan momentáneo que pensé haberlo imaginado.

-¿Cómo te llamas? –Le pregunté.

-Pero parece que conocieras a todos por aquí. –Gimió Luis.

-A ti sí, eres ex de una amiga…

                Mi memoria retrocedió un poco. Una humana a la cual protegía, llamada Bell. Una buena e inocente chica que cayó bajo los encantos de Luis. Por suerte, siempre estuve al pendiente de ella, haciendo el papel de su conciencia y ayudándola cada vez que él cometía una estupidez.

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