Capítulo 38: Auri A

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—¡Atención! ¡En nombre de todos aquellos que ya no están con nosotros vamos a continuar con este proyecto! ¡Venceremos sin importar qué tan fuerte sea el enemigo, y qué tan pequeños seamos! ¡No solo por sus civilizaciones, sino por el todo que conformamos! —esa voz hizo eco, se trataba del Primero del Alto Mando de Provie, autoritario y respetable como era de esperarse. Era momento de intentar proteger ese todo, costase lo que costase.

Ya había llegado, y su apariencia había cambiado para peor, cada vez más inestable y horrenda era aquella figura. Habían sido informados del daño recibido en las otras bases, aquellas inteligencias artificiales dejadas atrás cumplieron su parte al mantenerle entretenido antes de que percibiera que ya no había formas de vida inteligente en esos lugares, al parecer por su misma decadencia algunas veces ignoraba esa habilidad que poseía de detectar seres vivos. Mark estaba atemorizado, pero tal y como tenía claro, pasara lo que pasara, iba a darles tiempo a los demás; pero primero debía cumplir esa corta e insignificante misión de acompañar a la humana. Esa mujer llevaba consigo lo que le habían encargado. Ya que Auri B fue destruida sus avances supuestamente habían sido perdidos, pero de lo que estaba segura era que si algo ocurría una vez en un laboratorio podría replicarse en otro. Lo encontrado en aquellos estudios podría ser crucial, y su deber, como una de los sobrevivientes de esa investigación era que el procedimiento ocurriera de la misma forma que el anterior. El misterio de los supuestos tejidos revividos o reanimados llegaría a su fin, los cambios ejercidos por Sikle podrían ser atenuados o neutralizados completamente.

Tenía el acceso, y sentía que sus fuerzas bastarían para realizar ese encargo. Sólo debía correr junto al que estaba sirviendo de escolta improvisado. No era momento de sentirse aterrada, aunque creía que se estaba enloqueciendo debía enfocarse. Era cuestión de abrir la puerta y ponerse a trabajar. Mientras estuvieran entre ese gentío el cemaran le sostenía con su zolat intacto una de sus muñecas, esto para no separarse, ya que implicaría perder segundos o minutos que serían muy importantes. Poco a poco la gente fue disminuyendo, ya estaban por los pasillos en los que a lo mucho veían a cinco personas, así que era una señal de que ese mapa era preciso, y los letreros concordaban. Estaban cerca, y lo confirmó cuando Mark dejó de sujetarle, para abrir la puerta.

Habían llegado, no había tiempo que perder. Sin vacilar decidió colocarse aquellos guantes y finalmente ese casco. Aunque sintiera esa enorme presión, no solo por la responsabilidad sino por esa herramienta, decidió activar el sistema tal y como le había explicado la miruríu. Todo comenzó a moverse en son a lo que era procesado a partir de sus pensamientos. El cemaran estaba preocupado, pero no pensaba marcharse ni interrumpir. Según las palabras que esa humana le dirigió necesitarían ese compuesto, ya que era evidente que ese monstruo entre más bajo cayera podría aferrarse a más seres vivos, como si hubiese mejorado su técnica para consumir sin discriminar la categoría. Sería un aislante casi perfecto. Sólo debía ser producido en la cantidad suficiente y ser distribuido entre los vulnerables.

Los minutos corrían, esa monstruosa pieza de tecnología ya había dejado ir a Sarah quien se limpió la sangre que brotó desde su nariz durante el procedimiento; desde ese punto se repetiría la misma acción según lo dictado por una inteligencia artificial que había tomado registro del procedimiento, y empezaría la distribución como el clásico conjunto de nubes. Uno de los primeros sitios en ser cubierto fue ese laboratorio, sintieron el cómo sus pieles se humedecían. Pudieron ver en pantalla el cómo se había extendido por un quinto de Auri A. Pero algo causó que los dos jóvenes se estremecieran, y no fueron los únicos. Muchas naves distractoras, y otras cosas dependientes de órdenes se detuvieron; no era una falla por parte de los dispositivos, sino una especie de muerte súbita masiva. Era inaudito, miles de vidas apagadas de golpe en los sitios en los que el aislante aún no había llegado. Ante las imágenes visibles en la red compartida por cualquiera en esa región del inmenso espacio Sarah se desplomó, realmente lo había intentado, pero no fue suficiente.

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