Capítulo 41: Parte de un todo

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Sarah Montenegro, esa mujer humana a la que tanto había llegado a apreciar, se encontraba sin poderse levantar, y como si intentase retirar algo de su brazo. Con una expresión que destilaba horror, uno que no había visto en su rostro ni cuando la conoció estando secuestrada. Y es que ese dolor se extendió por su cuerpo, como si se encontrase atrapada en una edificación que estaba siendo consumida por las llamas, o como si hubiese caído ácido sobre su piel. Su piel ardía, todo ese órgano dolía a tal grado que parecía ser todo lo que lograse percibir. Se miraba a sí misma y notaba cómo se enrojecía ese tejido, intentaba calmarse, pensar que todo estaría bien, luego podría volver a casa. Pero... Todas las imágenes habían desaparecido y aunque parecía imposible ese dolor insoportable incrementó cuando se extendió hacia sus ojos. Sarah los cerró, pero esa sensación no desaparecía, como si sus lagrimales ya no existieran no podía llorar. Incluso percibió el olor de su carne quemándose en medio de ese infernal calor.

—¡Sarah! —, escuchó la voz de Mark y sus pasos acelerados, no eso no podía estar pasando, mucho menos cuando falta relativamente poco para llegar.

—¡¿Qué haces aquí?! ¡Vete! —, le gritó con dificultad, como si su sistema respiratorio comenzase a fallar, sostuvo el casco y amenazó con arrojarlo, esto en dirección equivocada. Ni sabía de qué lado venía la voz del cemaran.

Mark en ese momento extendió su mano hacia ella, no podía dejarle así, pero la mujer no la tomaba, sino que se tocaba a sí misma en un esfuerzo de intentar eliminar ese inexistente estímulo físico. Su propiocepción por lo menos estaba funcional, y gracias a ella decidió arrojar su camisa como si tuviese la culpa de lo que estaba sintiendo. Aquel hombre al principio pensó que se trataba de su terquedad, pero divisó que en realidad no podía verlo. Había sido cegada por esa fuerte anomalía, estaba en ese estado delirante, temblando, gimiendo y sufriendo sin que nadie pudiese ayudarle. Esa aura de locura de la que era víctima podría matarla si convencía a ese cuerpo humano que estaba muriendo, pero no era consciente de eso, esas sensaciones que abrumaban su pensamiento que lo asimilaba como una realidad podrían ponerle fin a su corta historia de vida.

—¿Por qué sigues aquí? Debes irte, Mark. No soy ningún obstáculo en tu camino como para que retrocedas y falles. ¡Es peligroso! —se levantó con dificultad con aquel implemento de protección en su mano, intentando adivinar su posición.

—Sarah, no puedo dejarte así. ¿Crees que en realidad estoy en la capacidad de abandonarte a tu suerte? Incluso si estás siendo atacada en este momento y no puedo hacer nada por lo menos...

—¡No! ¡Eso no! ¡Mark, no pierdas el tiempo aquí conmigo! Sé profesional, maldita sea —habló esa joven mujer con una voz quebrada, estando a punto de irse al suelo y siendo atrapada por su preocupado amigo—. ¿Cómo soportas todo esto? El calor, el fuego, el dolor... Corres peligro sólo por mí... Sabes que hay cosas más importantes, bueno, personas más importantes. Ten instinto de autoconservación, tonto cemaran.

—Tú eres quien solo siente eso en este momento, en este pasadizo solo estamos tú y yo. No hay ningún infierno a nuestro alrededor. El fuego que describes no es real.

—Duele como el infierno.

—Puede llegar a sentirse tan real, que puede acabar contigo. Pero te juro que no hay nada así aquí. Solo nos iluminan unas suaves luces rojas, el suelo está sucio, y hay uno que otro resto de un tamaño considerable.

La respiración de Sarah se había tornado pesada y comenzó a toser. Sus lamentos realmente estaban afectando al cemaran, sabía que estaba siendo desobediente, pero no podía dejar a un ser querido en esa situación. Se había percatado de que la belleza de los ojos de esa humana había sido nublada por esa fuerza intangible que le agredía. Ella abría la boca, pero ya no salían palabras de la misma. En esos momentos fue realmente difícil, pero sabía que más que una amiga en riesgo había un todo que estaba en peligro, por lo que tras dejar de abrazarla tuvo que dejarla en el suelo con delicadeza, sacó su arma y como era usual incluso con esas heridas su mano no temblaba, aunque quería detenerse. Después de todo había la posibilidad de que al ser su mente la agredida al privarle de la conciencia aquel extraño y terrorífico poder que le agredía ya no pudiese dañarle. Una vez jaló el gatillo decidió no mirar atrás. Podría haberle cargado, pero necesitaba ser rápido, así había mayor probabilidad de que la activación fuese llevada a cabo y pudiesen salvarse.

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