Capítulo 29

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Los días pasaban lentamente, lo único que hacia era despertar, comer, grabar, editar y finalmente subir el vídeo. La misma rutina de siempre, ya había pasado un mes desde todo lo ocurrido y _____, seguía en casa de Eva. Por el lado de Bárbara, Willy se enteró inmediatamente ya que, yo le dije y me entendió, terminó con Bárbara.

Me levanté rápidamente, quería arreglar las cosas con ella y ésta vez lo iba a conseguir. Al llegar a casa de Eva toqué impaciente la puerta, ésta se abrió y me encontré con Eva, recién despertando.

—Vengo a hablar con _____. —miré por cada lado pero ni rastro de ella—.

—Lo siento, no está. —dijo cerrando la puerta—.

Puse mi pié entre medio, impidiendo cerrar la puerta.

—¿A dónde se ha ido? —pregunté con intriga—.

—¿Sabes? Me estoy congelando aquí afuera, ¿Quieres entrar?

Pasamos al salón, ella se sentó en el sillón que había, yo me senté a su lado aún con intriga.

—Solo se ha ido de viaje... —suspiró— Ya sabes, para despejar la mente.

Asentí.

—¿A dónde ha ido?

—A Colombia. —sonrió—. Se fue hoy por la madrugada, te extraña mucho.

—Yo también, Eva, yo también... —ella me miró y me abrazó—. Nunca debí hacerle eso, nunca. No me merece.

—No, nunca debiste hacerlo pero, igual te va a perdonar. Yo lo sé, porque te ama.

—Oh claro, bueno... Yo me voy. —suspiré—. He quedado con Mangel.

Eva se despidió de mí y caminó directamente a la cama, provocandome risa ya que parecía un zombie.

Narra _______.

Caminé mirando cada detalle de ésta ciudad, no podía decir que la ciudad era una maravilla pero las personas que vivían y pertenecían en ese país lo eran, ellos simplemente eran honestos y pues no lo sé. Me ha encando. Pero ahora mismo ando perdida, sí, ando perdida.

—Oh disculpa, estoy perdida...  —interrumpí a dos chicos que iban caminando—. ¿Me pueden ayudar para llegar a mi hotel?

Los dos se miraron, intercambiaron miradas y sonrisas, al parecer estaban dudando si ayudarme o no.

—Está bien. —habló el más alto—. Me llamo Sebastián Villalobos.

—Y yo soy Mario Ruiz. —los dos saludaron de una manera divertida, provocandome risa—. Y me gusta tu acento.

Los tres reímos.

—Soy de España. —sonreí—.

Ellos asintieron y empezamos a caminar.

—¿Y dónde queda tu hotel? —preguntó Mario—.

—No lo sé.

—Deberías saber. —respondió extrañado—.

—Pues no lo sé, te he dicho que no soy de aquí.

—Por lo menos deberías saber su nombre, ¿No?

—Mierda.

Los dos negaron con desaprobación, yo solo bajé la mirada con vergüenza.

—No sé que haré. —bufé—. Nunca más viajaré sola.

—Oh te puedes quedar en mi casa. —dijo Mario—. Digo, porque se está haciendo tarde y no creo que quieras dormir en un caja.

—Sí,  así yo los paso a buscar por la mañana y vamos a ver que hotel es el tuyo. —propuso Sebastián—.

El hilo rojo. {rdg}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora