Kira nunca fue una persona que pudiera mantener sus sentimientos controlados. Eligió las peores maneras para mantener su paz mental, si es que eso era lo que estaba haciendo.
ᵖʳᵒʰⁱᵇⁱᵈᵃ ˡᵃ ᵃᵈᵃᵖᵗᵃᶜⁱᵒ́ⁿ ᵒ ᶜᵒᵖⁱᵃ ᵖᵃʳᶜⁱᵃˡ ʸ ᵗᵒᵗᵃˡ ᵈᵉ ᵉˢᵗᵃ ʰⁱˢᵗᵒʳⁱᵃ
ʟᴏs ᴘᴇʀs...
Capítulo 9: Acoso, drama y el inicio del Festival Deportivo
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Kira's PoV
Con dificultad me levanté de la cama, cada músculo de mi cuerpo dolía y mis piernas temblaban. Fui al baño a asearme y observé en el espejo como me había salido un nuevo grano cerca del nacimiento del cabello. Lo exploté -cosa que no debería hacer- y lo maquillé un poco. Con el cabello suelto era imperceptible a la vista. Una vez cambiada sentí mucho calor con el saco del uniforme así que me lo saqué y arremangé la camisa. Estábamos en plena primavera, después de todo.
Mientras bajaba las escaleras sentía mis muslos tirar por el esfuerzo físico de los entrenamientos. Hace mucho que no hacía ejercicio de esta forma. Agarré un bento que había hecho la noche anterior, no quería quedarme a comer en la cafetería otra vez, no tenía ganas de que se me quedaran viendo, era molesto.
Cuando salí vi el cielo nublado. Debía ser por la humedad que el clima estaba tan pesado.
La primera clase la teníamos con Aizawa-sensei. Mina se sentó en frente mío para poder hablar entre nosotras con más facilidad. Estuvimos casi toda la hora prestando atención a lo que se explicaba, el pizarrón apenas estaba escrito, un cuadro conceptual y algunos ítems lo adornaban haciendo más fácil la comprensión.
Casi al final de la clase fue cuando empezamos a copiar. Mientras rayaba la hoja sentía mi vista cada vez más borrosa, las letras se iban haciendo cada vez más grandes e incomprensibles, los sonidos se iban distorsionando y un fuerte dolor de cabeza se hizo presente.
—¿Kit-kat? —escuché, pero no llegaba a contestar.
—Kira, ¿Estás bien? ¿Llamo al profesor? —Era la voz de Mina.
—Sí —logré articular.
Mina calló al salón y levantó la mano.
—¡Profesor! Es Kira.
En ese momento yo estaba recostada en el escritorio tratando de controlar mi respiración. Una fría mano levantó mi cabeza y tocó mi frente que ya tenía gotas de sudor.
—Es fiebre ¿Puedes levantarte? —reconocí la voz del sensei.
Negué lentamente.
—Me tiemblan las piernas.
—¡La clase ya termina! Llevaré a Chokorēto a la enfermería. Se quedan tranquilos hasta que suene el timbre.
Unos brazos me cargaron, el olor suave a café inundaba mis sentidos. Una punzada en mi cabeza me hizo quejarme y apoyarme en el pecho del profesor, tratando de calmar el dolor.
