Kira nunca fue una persona que pudiera mantener sus sentimientos controlados. Eligió las peores maneras para mantener su paz mental, si es que eso era lo que estaba haciendo.
ᵖʳᵒʰⁱᵇⁱᵈᵃ ˡᵃ ᵃᵈᵃᵖᵗᵃᶜⁱᵒ́ⁿ ᵒ ᶜᵒᵖⁱᵃ ᵖᵃʳᶜⁱᵃˡ ʸ ᵗᵒᵗᵃˡ ᵈᵉ ᵉˢᵗᵃ ʰⁱˢᵗᵒʳⁱᵃ
ʟᴏs ᴘᴇʀs...
Desperté en una habitación que no era la mía, en una cama deshecha y de cara a la ventana. Las persianas estaban bajas pero pequeños rayos de luz se colaban entre las rendijas dibujando líneas verticales en las sábanas.
Miré el reloj de la mesa de luz, eran solo las seis de la mañana. Sabía de quién era el peso al otro lado del colchón porque daba inaudibles balbuceos aún dormido y porque me había acostado con él la noche anterior.
Agarré mi celular que estaba a punto de morir y entré al Messenger. El mensaje del día anterior todavía no había sido respondido. ¿Por qué siquiera me importaba? Sabía que jamás me vería de otra forma. Tal vez no tenga la misma relación que todos los estudiantes con él, solo le caía un poco mejor, eso no quería decir nada. No quería admitirlo pero mis esperanzas se habían elevado un poco cuando me dio su número.
Abracé la almohada para solo pensar un poco en él y su hermoso rostro. Esa mandíbula que no podía dejar de mirar y su nariz para nada grotesca. Su cabello, que me daban ganas de peinarlo y alejarlo de sus ojos para poder apreciarlos mejor.
El cómo quería que me tocara, tentando con las yemas de sus dedos cada centímetro de piel, pasando por mis puntos más sensibles. Sintiéndolo abrir mis piernas despacio, pero desbordando pasión por cada poro de su piel.
Sin darme cuenta empezaba a mojarme cada vez más y mis muslos se iban empapando de mis fluidos.
La mano de Mirio acarició mi abdomen para posar su mano en mi feminidad, mientras regaba besos en mi cuello inclinado.
—¿Tan insanciable?
Moví levemente la pierna para otorgarle más acceso.
No necesitábamos palabras para saber lo que queríamos en ese momento.
Dejé que me tocara como hace unas horas, dejé que manejara cada parte de mí porque me encendía.
Me posicioné de rodillas y codos en la cama, con la cara escondida entre mis brazos tratando de soportar todo el calor y excitación que había en el ambiente. Y tratando de no decir el nombre de mi profesor mientras otro se metía entre mis piernas.
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