Prólogo

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26 de agosto de 2016

Adam

Espero que mi madre no piense que me quedaré en su casa el último fin de semana que me queda antes de irme jugando a las cartas con mis tías y hablando de mi futura carrera, tengo 19 años y una noche sin dormir es todo lo que necesito antes de hacer el largo viaje en avión que tengo que hacer mañana hasta Nevada.

En esta ciudad tan pequeña del norte de Carolina los bares y discotecas no son abundantes, pero los pocos que hay ponen música decente y sirven unas bebidas espectaculares. El Euphoria destaca notablemente entre los demás, por lo tanto, mis excompañeros de instituto siempre rondan por ahí y lo que me apetece no es precisamente contar lo que voy a hacer con mi futuro un millón de veces a esa panda de pringados.

Así que decido que un bar poco concurrido pero no por ello aburrido es mi mejor opción para esta noche.

Al entrar, veo que hay algunas personas sentadas en la barra, pero al no visualizar a nadie conocido, simplemente me siento y pido una copa cualquiera.

A los pocos minutos, escucho la puerta abrirse y noto que alguien se sienta a mi lado.

-Pero bueno ¿Qué hace Adam el playboy fuera de Euphoria?- me pregunta la chica que se acaba de acoplar con un tono sarcástico que me molestó muchísimo

-¿Quién coño eres y qué quieres de mí?- le pregunto cortante, no estoy de humor para tonterías, cuanto antes me deje en paz, mejor

-Relaja esos humos, princesa. Obviamente no me recuerdas, el playboy nuuunca se fijaría en una simple plebeya del club de teatro.

-¿Me dejarás en paz si te ignoro?

-No.

-Vale, entonces sí que se quien eres. Sophia, la chica que debutó como sirvienta en la representación escolar de La Celestina y no volvió a actuar más. ¿Por qué me molestas?

-Solo quería algo de compañía hoy y la gente que va a Euphoria por lo general no me cae bien. Y, puede que no volviera a actuar en el instituto, pero fui extra en un anuncio de Colgate.

-Los actores de los anuncios siempre son extras, no puedes llamarte a ti mismo actor si solo has actuado ahí.

-Bueno, ya he salido en la televisión más veces que tú.

-Es un buen punto.

Así, entre bebidas y conversaciones aleatorias la noche va pasando, llegando un momento en que todo se pone borroso, pasando poco a poco a negro y ya no recuerdo más que mi alarma sonando porque tenía que ir al aeropuerto.

Un pitido infernal se mete por mis oídos y me taladra los tímpanos, por lo que rápidamente reconozco que es la dichosa alarma de mi teléfono.

Tanteo la mesilla de noche tratando de encontrar el móvil pero, al darme cuenta de que lo único que hay a mi lado es una pared, me despierto sobresaltado, reconozco unas paredes blancas y sobrias y unas cortinas gruesas y azules a mi lado.

¡¿Estoy en un hospital?!, pienso, ¿Tan increíble fue la noche de ayer?

Pero al mirar hacia el otro lado, lo que encuentro es una chica de pelo naranja dormida como un tronco, vamos, que se le caía la babilla y todo. Ese es mi superpoder, mi amigo es tan bueno en su trabajo que consigue que las chicas duerman como bebés, porque las dejo exhaustas. Pero, quién soy yo para presumir, ¿verdad?

Antes de nada, voy hacia mis vaqueros y apago la alarma porque me duele demasiado la cabeza para seguir aguantándola.

Al acercarme un poco para ver mejor la cara de mi última acompañante de noche loca, -más bien me acerco bastante, ya que no he sido capaz de encontrar mis gafas por ninguna parte- maldigo en mi cabeza. ¡Su puta madre! ¿En serio me acabo de tirar a la falsa actriz? Al menos espero no haber sido tan gilipollas como para no haber usado protección.

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Según Google, desde este motel hasta mi casa tengo 10 minutos, y desde mi casa hasta el aeropuerto hay media hora, por lo que me quedan 5 minutos para vestirme y salir pitando, eso suponiendo que haya venido en mi coche hasta aquí.

Dejo una nota encima de la ropa de Sophia diciendo que he tenido que irme y que le he dejado algo de dinero para que coja un taxi, tampoco soy tan desgraciado.

Cuando bajo al parking del motel veo que mi coche está ahí, aparcado de mala manera en el centro del aparcamiento. Genial, Adam, anoche conduciste 20 minutos con todo el alcohol en el cuerpo que podías tolerar sin morirte, te has lucido.

Cuando llego a casa, cojo mi maleta, me despido de mi madre y le digo que le explicaré todo cuando me instale en la residencia, no soy el hijo perfecto que digamos, pero bueno, ella me quiere.

Aquella Noche BorrosaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora