Maneras de ir al cielo o caer de él.

La perfecta combinación.

Día tres.
Celos.
Zoro x Nami en el cuerpo de Sanji.

ADVERTENCIA:
Narraciones explícitas de sexo entre dos cuerpos masculinos (uno de ellos con la conciencia de una mujer).

La perfecta combinación.

Una pareja como Nami y Zoro no suele enfadarse con el otro por interacciones con terceros, pero cuando circunstancias extrañas se presentan, su relación se ve amenazada por la subjetividad de un singular encuentro entre ellos mismos.

~
Un extraño fenómeno puso a prueba a los Sombreros de Paja por centésima vez desde su llegada al extraño, peculiar, pero maravilloso Nuevo Mundo cuando quien más tarde sería su aliado, cambió de cuerpo la conciencia de buena parte de la tripulación aquel día. A Nami no le pareció un problema lo demasiado preocupante como para entrar en pánico, hasta que, al detenerse y descansar por fin después de que el cambio pasara, se diera cuenta de su increíble mala suerte al ser su cuerpo, de entre todos los presentes, sobre el que cayó la conciencia del mayor pervertido de sus nakamas: Sanji. Estar atrapada dentro del cuerpo gigante y robótico de Franky no era un hecho tan malo comparado con tener que mantenerse cerca de Sanji, cuidando que no haga nada extraño, toque o mire más de lo que debe.

—¡Sanji! —lo llamó, tan enojada que le costó mucha fuerza de voluntad no golpear su propio cuerpo con tal de detenerlo—. Si quieres tocar mi cuerpo te cobraré doscientos mil berries, ¡y diez mil si te atreves a mirar!

—¡Nami-san, qué cruel! —respondió Sanji, mirando como las enormes manos de Franky escribían rápidamente y con dificultad lo que tendría que pagar si hacía lo que pensaba hacer. Luffy y Usopp se retorcían de risa por la miseria de Sanji, ajenos al problema de la chica. Zoro, cruzado de brazos, con un aura oscura alrededor de él, se limitó a observar. No solía hacer de defensor de Nami y no tenía intenciones de comenzar a hacerlo en ese momento, aunque Sanji se ganaría una buena golpiza si continuaba explorando por terrenos prohibidos.

Ni una sola vez en todo el tiempo desde que él y la navegante formalizaron su relación, se había sentido con tanta necesidad de levantar su trasero y defenderla de algo que el cocinero estuviera intentando. Otras veces era más fácil, Nami lo apartaba y listo pero, ¿ahora? Esa fue la razón por la que una vez que Sanji y Brook (otro empedernido depravado) tuvieron que tomar camino solos, Zoro se les unió sin dudarlo una vez que Nami le pidió acompañarlos para asegurarse de que no hicieran nada raro. Claro que lo hizo molesto, hubiera sido mucho mejor que esos dos degenerados pudieran comportarse como personas decentes y no animales. Así Zoro hubiera podido acompañar a Luffy para meterse en problemas y buscar pelea, pero en vez de eso, ahí estaba, corriendo por la nieve en búsqueda de un maldito samurái que apenas y conocían.

Fue difícil acostumbrarse a ver a su bonita novia al lado de él comportarse como el idiota de Sanji. Y por más que quisiera dejar de estar tan al tanto de su bienestar, no podía contener esos reflejos que lo hacían moverse sin pensar. Como la vez que Sanji resbaló por no poner atención en el camino y Zoro lo tomó de la mano inconscientemente con intenciones de no dejar a Nami caer.

—Oh, qué romántico~ —había dicho Brook, haciéndolo volver a la realidad. «¡Tú no eres ella!» pensó, y de inmediato lo tiró a la nieve.

—¡Oye, idiota! —se quejó Sanji—. ¡Ten más cuidado con el cuerpo de Nami-san!

La confusión de ese malentendido rondó un poco más por la mente del espadachín durante el resto de aquel día que estuvo en compañía de alguien que se veía exactamente como su novia, pero que no lo era. ¿O sí? Mierda, vaya jodida situación. Zoro no podía esperar el segundo en que pudiera regresar con la verdadera Nami, aunque estuviera atrapada en el cuerpo de un enorme cyborg con peinado extravagante. Al menos eso le haría sentirse un poco menos abrumado y podría alejarse de Sanji en el cuerpo de Nami por tan solo cinco minutos.