Tu forma de odiarme; parte dos.

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—En realidad tu diversión está por comenzar, Sanji —habló muy claro y en alto sosteniendo los brazos de Sanji contra la cama. Aunque no podría hacer nada contra él en esos momentos, a Zoro le pareció erótico tenerlo inmovilizado debajo de él. Sanji parpadeó para poder creérselo. Miraba a Zoro sorprendido pero con una pequeñísima sonrisa, creyendo que era la peor broma que se le pudo haber ocurrido.

—Muy gracioso —dijo incrédulo y sonriente—. Ya puedes soltarme.

—¿Crees que estoy bromeando? —exclamó Zoro más alto de lo que esperaba y a Sanji se le borró la sonrisa de inmediato, lo miró confundido e, ignorando el repentino semblante autoritario que había tomado su nakama, Zoro continuó hablando—: ¿Crees que voy a pagar diez mil berries sólo por haberte cargado hasta aquí? —suspiró fuerte intentando calmar sus nervios. Miró a Sanji tenso debajo de él, le sonrió soberbio y en el instante que se convenció que Zoro no estaba bromeando, se movió como pudo para intentar quitárselo de encima, sin ningún éxito—. Quieto, quieto —susurró el peliverde tomándole ambas muñecas con una sola mano mientras que con la otra le sostenía la quijada firme para que continuara mirándolo a los ojos, pero Sanji optó por cerrarlos con tal de no darle el gusto al marimo—. Además —continuó Zoro acercándosele a Sanji—, ¿no acabo de confesarte que me gustas?

—Aun así jamás me confesaste que eres un maldito depravado sexual —masculló el rubio luchando por alejarse lo más posible del rostro del peliverde—. ¿De verdad vas a aprovecharte de mi ahora que no puedo defenderme?

Zoro se alejó para mirarlo. A Sanji se le había bajado un poco la borrachera del aturdimiento causado por Zoro. Ahora podía pensar más claramente y hablar sin balbucear, pero seguía viendo borroso, la cama le daba vueltas y no tenía control sobre su cuerpo. Ni hablar de sus, por completo desaparecidas, fuerzas.

—Me haces sentir mal, cejitas —dijo lentamente Zoro, comiéndose al rubio con la mirada—. Pero es que... mírate —tocó las abdominales de Sanji y subió lentamente su mano hasta su rostro. Sanji se tensó e intentó escapar del toque, hasta que llegó a su cara, le acarició la mejilla y después el cabello—, eres mío ahora.

Y, justo después de declarar aquello, con una mano rompió la mitad de los botones de la camisa de Sanji y acercó sus labios hasta su cuello, besando, lamiendo y succionando las piel blanca de su cuello, clavícula y pecho.

—¡Oye, oye! —gritó desesperado el rubio, moviendo el cuerpo esperando a que el peliverde dejara de besarle y lamerle, pataleando con su fuerza perdida—. ¡Basta, Zoro! —exclamó con la voz fallándole. Zoro aprovechó el movimiento desesperado de Sanji para saltar de encima de él hasta posicionarse entre sus piernas, sosteniendo muy fuerte y firme una de ellas—. ¡Por Dios, haré lo que quieras! —al escuchar aquello, Zoro sonrió y, con una mordida en la clavícula, su mano levantando uno de los muslos del rubio y frotando fuertemente su erección contra el trasero de Sanji, lo hizo gemir y suplicar todavía más alto—. ¡Haré lo que tú digas, en serio! ¡Pero, por favor, espera un segundo!

Zoro hizo caso por fin, alejándose de Sanji sin soltarlo aún, sólo para mirarlo jadear y admirar las marcas de sus labios en el perfecto cuerpo del rubio. La vista le dio un toque eléctrico en el pene y, dejando a Sanji tiempo para recuperar el aliento y prepararse para lo que venía, se acarició la entrepierna por encima del pantalón mientras seguía observándolo. Y cuando Sanji se dio cuenta lo miró a los ojos, aún agitado, transmitiéndole sin palabras lo sorprendido que estaba con él.

—¿Harás lo que yo diga? —dijo Zoro lento y grave. Sanji se sorprendió por la pregunta y justo después se enfureció. Pero al no poder pensar en qué contestarle, sólo bufó y miró a otro lado, alejándose como pudo de él hasta sentarse en la cama frente a Zoro, que de rodillas esperaba su respuesta con una de esas sonrisas de imbécil creído que últimamente lo hacían ver todavía más patán.

Maneras de ir al cielo o caer de él.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora