Capitulo 3

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Lo primero que veo cuando despierto es a Cole de espaldas. Estoy en lo que parece una habitación, otro motel de seguro. Intento enderezarme en la cama, pero un fuerte dolor en la cabeza hace que me detenga y lanzo un quejido. Cole me voltea a ver y se acerca a mí para ayudarme.

- ¿Dónde estamos? – pregunto en cuanto me logro sentar en la cama con su ayuda.

-En un motel. – dice y bufo. – Con suerte el último del viaje.

-He tenido todo, menos buena suerte. – mascullo y masajeo mi nuca.

- ¿Te duele? – pregunta mirándome. Asiento. – A ver deja.

Retiro el cabello de mi espalda y lo hago a un lado en mi hombro derecho. Sus manos se posan en mi nuca por detrás y comienza a masajearlo lentamente. Suelto un suspiro y me relajo inmediatamente.

-Si no eras guardaespaldas, eras masajista. – murmuro y cierro los ojos. Escucho como ríe detrás de mí. – Es raro escucharte reír.

No contesta así que sigo disfrutando de su masaje. Siento como desliza sus manos hacía mis hombros y aplica presión ahí, suelto un quejido, pero esta vez de placer. No podía evitarlo, esto se sentía demasiado bien.

-Deja de hacer eso. – murmura Cole con voz ronca.

- ¿Qué cosa? – pregunto en un suspiro.

-Eso.

Sus manos dejan de tocar mi cuerpo y siento como se va el calor que sentía en todo mi cuerpo. Volteo a verlo sobre mi hombro, esta recargado en la pared con los ojos cerrados. Miro su rostro, tiene unos cuantos golpes y cortadas. Me levanto de la cama y camino hacía lo que parece el baño. Abro la puerta y tomo la toalla para secarse las manos, abro la llave y la mojo con agua caliente.

Me vuelvo a acercar a Cole. Extiendo mi mano para tocar su rostro con la toalla, pero su mano envuelve mi mano antes de que pueda tocarlo. Con mi mano libre, tomo su muñeca y retiro lentamente su mano con la que me agarraba.

-Es mi turno de cuidarte. – digo con una pequeña sonrisa.

Cole deja que me acerque más y finalmente pongo la toalla sobre su frente. Limpio suavemente la sangre seca se rostro, intentando no hacer presión. Cole cierra los ojos cuando dirijo la toalla a su cuello, veo como más sangre se esconde detrás de su camiseta. Levanto su camisa bajo su atenta mirada.

Hago una mueca al ver su torso lastimado. Cole se baja la camisa y suelta un suspiro.

-Tomare un baño. – dice y se aleja de mí.

Me asomo por la ventana y veo que ya estamos dentro del pueblo. Tomo la chaqueta que traía puesta Cole y busco dinero. Tomo un par de billetes. Miro la puerta antes de salir del cuarto del motel. Me dirijo a la recepción, normalmente en los moteles tienen unas pequeñas tiendas para comprar comida, cigarros y esas cosas. Le compro unos cigarros al señor mayor que atendía y le regalo una pequeña sonrisa antes de irme de regreso al cuarto.

Me quedo afuera del cuarto, recargada en la puerta fumando un cigarro. Expulso el humo y me quedo viendo el cielo. Me mataba por dentro no poder hablar con Marcus, ni con mi padre. A veces me pregunto si mi padre estará realmente preocupado por mí ¿Qué demonios pasaba por su cabeza cuando dejó mi vida en manos de un hombre como Cole? Tengo que admitir que hasta ahora ha hecho su trabajo, pero ¿Cuál era su historia? ¿Qué vio en él para tomar la decisión de que podía cuidar de su hija?

Tiro el cigarro al suelo y lo apago pisándolo. Entro sin hacer ruido al cuarto, pero me encuentro con Cole saliendo del baño en toalla.

- ¿Qué demonios hacías afuera? – masculla. Su expresión se endurece y se acerca a mí.

-Salí a tomar aire. – respondo calmada. Mi mirada se desvía a su abdomen marcado y no puedo evitar tomar aire. – Lamento no haberte avisado.

Cole asiente y me mira con una ceja alzada. Una sonrisa arrogante se forma en sus labios.

-Pensé que tenías novio. – dice con burla y se da la vuelta para entrar al baño. Mis ojos no se despegan de su trabajada espalda hasta que cierra la puerta. Suelto el aire que estaba conteniendo y me vuelvo a acostar en la cama.

Tenía razón ¿Qué hago viendo el cuerpo de otro hombre cuando tengo novio?

Marcus no tiene ese abdomen... ni esa espalda.

Golpeo mi cara contra la almohada regañándome a mi misma. Me doy pena mí misma.



***



Despierto y vuelvo a ser bendecida por la musculosa espalda de Cole, se pone la camisa y suspiro rodando a la otra esquina de la cama. Huele a Cole. Siento un bulto debajo de su almohada y la levanto. Una pistola. La tomo con cuidado y miro a Cole.

- ¿Por qué demonios duermes con esto? – pregunto furiosa. Cole voltea a verme y se acerca rápidamente.

-Si no sabes usarla, no la agarres. – dice y me la quita. Checa el seguro y la guarda en su pantalón en la parte de atrás. Alzo una ceja esperando su respuesta. – Es por seguridad.

-Dormir con una pistola no tiene nada de seguro.

Cole pone los ojos en blanco.

-Por si nos atacan tonta. – contesta y hago una mueca. – La tengo cerca por si eso pasa. Se lo que hago.

Bufo y me levanto de la cama.

-No me siento tan segura cerca de un arma. – murmuro.

-Deberías. – contesta seco y se pone su chaqueta.

- ¿Por qué?

-Porque puede ser lo único que separe tu vida de la muerte.

-O lo que la provoque.

-No mientras sepas usarla. – dice y se acerca a mí. Saca su pistola y me la enseña. – Esto es el seguro, es lo que evita que te dispares en el pie. – ruedo los ojos molesta. No soy tan tonta con estas cosas. – El cargador. – saca el cartucho y lo vuelve a poner en su lugar y carga la pistola. – Ahora que sabes lo básico solo falta...

-Apretar el gatillo y matar a alguien. – digo con ironía.

Cole sonríe de lado y vuelve a guardar la pistola.

-Iba a decir que sepas apuntar, pero también eso.

Por la manera en que lo dijo, es obvio que esta disfrutando burlarse de mí.

-La verdad no le veo la gracia a saber matar.

-No es algo que se sepa. - dice. - Simplemente lo haces.

Niego con la cabeza. 

-No creo poder llegar a hacer eso.

-Cuando sea tu vida la que dependa de eso. – murmura cerca de mí. – Apretaras el gatillo sin dudarlo.

-No todos somos asesinos. – mascullo y me arrepiento al instante de abrir la boca.

Cole parece herido por mis palabras, pero no tarda en ocultarlo. Asiente varias veces.

-No todos son lo suficientemente valientes para hacerlo por alguien más. – dice y se aleja de mí. – Nos vamos en diez minutos.

Genial. La cagué.

Si el viaje antes era algo incomodo, ahora deseare irme caminando.

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