Capítulo 8.5

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Luego de terminar de cenar, ayudé a ordenar la mesa. Lavé los trastes con la mamá de Juan y pude estar un rato con ella. Se llama Magdalena y el papa de Juan se llama... Juan, aparentemente no se esforzaron mucho en ponerle nombre a su hijo. La señora Magda es una mujer muy esforzada, agradable y cariñosa. No pude evitar recordar la etapa buena de mi madre, cuando pasaba tiempo conmigo, cuando la ayudaba con los quehaceres del hogar y nos reíamos mucho juntos. El pensar en ella y en esos buenos momentos que pasamos como madre e hijo, hicieron llegar a mi una sensación extraña que recorrió todo mi cuerpo, pero, no fue pena lo que sobrevino en mí, más bien fue un sentimiento de alivio al saber que aun guardaba bonitos recuerdos con ella. Es increíble que los momentos más cotidianos o más simples son los que más recuerdas cuando un ser querido ya no está, y eso solo lo valoras cuando ya no se repetirán jamás. Son esos detalles que te hacen recordar... el lavar solo la losa, el llegar a tu cuarto y ver las cosas donde tú las dejaste, o el simple hecho de bajar a comer y ver un asiento vacío, cuando debería haber alguien allí, esas cosas tan pequeñas te ayudan a valorar lo que algún día tuviste a tu lado, te hacen ver lo hermosa que puede ser la vida cuando sabes disfrutar cada uno de esos momentos, por la sublime belleza de la simpleza cotidiana.

Luego de terminar, procedí a alistarme para dormir. Necesitaba descansar ya que fue una larga semana y sentía que ahora más que nunca debía ponerme las pilas con mi investigación. Si bien Iván me amenazó, no quiero detenerme estando tan cerca de mi objetivo. Pero para hacerlo, necesitaba reponerme.

Me terminé de lavar los dientes y me dirigía hacia el cuarto de Juan cundo vi que él estaba sentado en el comedor con una taza de café. Mientras lo miraba pensaba en lo bien que se había portado él y su familia. Mientras pensaba esto, me percate que Juan había posado su mano en el cojín de al lado dando así algunos golpecitos, en señal de que me sentara junto a él. Intrigado, me acerqué, me senté a su lado y posteriormente me hice una taza de café de trigo (me alegra que Juan tuviera este tipo de café, ya que es mi favorito) ya, que así podría estar más relajado. Al sentarme nuevamente, puso una mano en mi hombro derecho y me dio una sonrisa de hermano con tanta fraternidad que mis preocupaciones de soledad se disiparon. El tomó la palabra:

- Se que debi estar cansado, pero... nunca es tarde para animarte un poco mi washo.

Reí un poco y le respondí:

- ¿Sabes? Siento que has hecho tanto por mi... no sé cómo agradecerte o retribuirte. Lo siento, pero, por ahora solo puedo darte las gracias.

- Viejo, esto es lo que hacen los amigos. No teni porque agradecer lo que es obvio que tengo que hacer.

- Eres una muy buena persona, amigo mío. De verdad has hecho que me anime luego de salir de un verdadero infierno.

- ¿A que te refieres con eso? Osea... se por lo que estay pasando y todo el asunto de tu papá pero desde que te conocí en la universidad se nota que no estay bien. Si te invito a algo me dici que estay ocupado o si te pregunto cambiay de tema... ¿en qué estay metio Javier? No podi ocultar algo así a tus amigos. En una de esas te podemo' ayudar.

- Mira Juan, te voy a resumir mucho que está pasando en mi vida... al fin y al cabo me has ayudado bastante y te tengo que demostrar que lo agradezco siendo honesto. Tu sabes que mi mamá esta muerta ¿verdad? ¿Alguna vez te dije cómo fue? No. ¿alguna vez te preguntaste por qué? Bueno, ahí está el asunto. No sé cómo exactamente murió mi propia madre y tengo que averiguarlo. Si bien he captado algunas pistas valiosas, se me ha hecho muy dificultoso el lograrlo, y no quiero que cuando se descubra la verdad se ponga en peligro de algún modo a mis seres queridos. No me puedo permitir que salgas dañado Juan... mientras menos sepas es mejor.

Le SurvivantDonde viven las historias. Descúbrelo ahora