Aventura

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Algo dentro de ella le rogaba volver a la casa sobre la montaña de aquel precioso chico, lo haría, cuando al fin pudiera descubrir quién es ella en realidad.

Desde las sombras observaba la casa donde se supone que se encontraba su madre, estaba atenta a cada movimiento. La puerta se abrió dejando ver a un apuesto hombre con una pequeña niña, después salió aquella mujer. Se veía tan "nueva" y despreocupada de tener una hija desaparecida.

Rápidamente saltó del árbol donde se encontraba, dispuesta a encarar a su madre, quien, sin duda, se sorprendió al verla. Su rostro estaba cubierto con una mascarilla y toda su cabeza estaba refugiada bajo una pequeña capa, su arco cruzando su espalda era indispensable, la fría mirada que le otorgaba le hacía temblar, no hacía falta ver su rostro para reconocer a su hija.

Aquella blusa negra que se unía en su cuello y dejaba sus hombros al descubierto marcaba su pequeña cintura, los mallones resaltaban sus caderas, sus pequeña botas le hacían un pelin más alta. La mujer estaba tan confundida y sorprendida. Alexa sin duda había cambiado, aquellas ropas holgadas que siempre cubrían su envidiable figura habían desaparecido, irradiaba un aura completamente distinta.

—Madre— pronunció

—Alexa— susurró, su mirada cayó al suelo, estaba avergonzada. Había sido curada y solo se había dedicado a buscar pareja, dejando atrás el "secuestro" de su hija.

—Solo he venido a decirte que me iré, una aventura me espera. He querido decirte esto para que sepas que estoy bien y que seguiré estándolo... sin ti— un par de lágrimas cayeron, dio un paso intentando acercarse a ella, se alejó rápidamente.

—¿A dónde irás?— pregunto, entendiendo su mensaje y manteniendo su distancia.

—Hacía donde el viento decida guiarme, no tienes que fingir preocuparte, no lo necesito— se giró, dispuesta a irse, una mano en su muñeca la detuvo.

—Necesitarás esto— se miraron. En su mano se encontraba un medallón plateado con una estrella dorada y un círculo negro en medio de esta—Llévalo contigo, creo que podrá darte las respuestas que necesitas— sonrió levemente.

Lo dudo un momento, pero un leve susurro en su oído diciéndole "tómalo" le hizo extender su mano y tomar el frío artefacto, lo analizo un par de segundos, le dedico una mirada a su madre, asintió levemente antes de salir corriendo.


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El viento es una canción.
La naturaleza es tu hogar.
El fuego te da alimento.
La nieve te da fuerza.
El agua representa tu vida.
La luz en tu camino te guía
El amor es lo que te mantiene viva.
La estrella blanca brillando en el cielo eres tú.
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Sin darse cuenta, su improvisado viaje le había llevado a una tribu escondida en las afueras de Karmaland, más allá del extenso bosque del oeste. Se encaminó hacia ellos, bajando su arco y sus flechas, arrodillándose ante las asustadas personas.

En su cabeza se cruzó el recuerdo del medallón, su instinto le decía que debía sacarlo, que debía mostrarlo y que una gran revelación atravesaría su camino.

—¿Quién eres tú?— la voz del que suponía era el jefe resonó, con suavidad su mano de deslizó en su bolsillo, tomando el medallón por el pequeño lazo azul, levantó su brazo y bajo su cabeza.

Las personas se mostraron sorprendidas, mientras murmuraban entre ellas.

—Llévenla con la bruja— ordenó aquel fornido hombre— Ella te dirá todo, jovencita— Alexa se puso de pie, comenzando a seguir a dos mujeres que la llevarían a la persona que resolvería el vacío dentro de ella.

Chicas de KarmalandDonde viven las historias. Descúbrelo ahora