CAPÍTULO 4

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MARZO 2011

-¿Cómo dijiste que te llamabas? -le pregunté al camarero que estaba al otro lado de la barra.

-Pues, mi padre me quería poner Proxemino, pero mi madre le dijo que ese nombre ni existía así que ella propuso llamarme Euyin; tuvieron bastantes líos y no sabían cómo llamarme ya que todos mis tíos y demás les dijeron a mis padres que ese nombre parecía de caballo -dijo el tipo alto de la barra secando un vaso con un trapo rojo; sus cabellos rubios bailaban cada vez que hacía un movimiento y sus ojos color chocolate resaltaban con su sonrisa rodeada por labios finos y rosados; estaba vestido con pantalón negro, camisa blanca y mandil negro. -Así que decidieron ponerme... -y no alcanzó a decirme porque alguien me había jalado del brazo y me hacía caminar rápido para no tropezar con las demás personas del antro.

-¿Pero qué tienes en la cabeza para venir aquí, Hele? -me preguntó Alex, mi compañero de kinder que no veía desde segundo de primaria. No había cambiado en nada; ojos verdes, cabellos rojizos, alto y barbilla partida, usaba una sudadera gris y un pantalón marino con unas vans tintas. Se veía enojado.

-¡Alex! -grité abrazándolo. -¿Por qué me sacaste de la fiesta? estaba conociendo a un tipo lindo. Eres odioso -dije molesta.

-¡Estás borracha, Hel! -gritó abriendo los brazos.

¿Borracha? Claro que no.

-Te equivocas, Al. No estoy nada tomada -afirmé.

-Entonces ¿por qué le preguntaste cómo se llamaba al tipo de la barra como siete veces? -bufó.

-¿Molesto? -dije arqueando la ceja.

Se rió. Él era el borracho.

-¿Cómo sabes que le pregunté tantas veces? -recreé la pregunta.

-Me dijeron -dijo como si no tuviera importancia.

-¿Una de tus zorritas?

-La única zorrita que ha pasado por mis manos eres tú, nena -dijo con soberbia

Me reí.

-¡Quisieras! ni me has tocado, ne-ne.

-¿Y por qué no empiezo ahora? -dijo acercándose poco a poco a mí.

Se acercó a mí y tomó mi mano -estaba atónita-, se la llevó a su cadera y me jaló de ella. Me tomó de algunos mechones de cabellos y tiró de ellos. 

-¡Mierda, Al! -grité sobando mi cabeza y zafándome de él.

-¿Qué sucede, zorrita? -dijo arqueando una ceja.

-¿¡Qué te pasa a ti, idiota!? -exclamé golpeándolo en el pecho.

-¿Qué me pasa? -preguntó sorprendido - Me pasa que eres la más perra de todas, nena.

-¿Pero te estás escuchando? -pregunté sorprendida y un poco dolida por lo que dijo.

-¡Claro! -exclamó y me atrajo otra vez hacia él tratando de tocarme. Me mordió el labio inferior mientras agarraba mis muñecas y pisaba mis pies con uno de los suyos. Trate de gritar por el dolor pero él me mordió más el labio y solo podía pensar en que mi labio saliera libre. Me zarandeé.

Gruñó de dolor.

-¡Imbecil! -grité en cuanto me pude zafar por el golpe que le di con la rodilla derecha en su entrepierna.

Corrí. Mi labio sangraba.

Corrí por una calle oscura de cemento que estaba rodeada de casas sin luz. Corrí hacia mi casa.

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