CAPÍTULO 8

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Nos encontrábamos en la casa de mi tío, ya que no lo encontré por ninguna parte, decidí irme del lugar pero sin dejar a Matías. No le podía perder de vista a alguien que tenía que ayudar.

-¿De dónde dijiste que vienes, árbolito? -pregunté para sacar platica, era bastante aburrido porque no hablaba mucho.

-De Amethyst -dijo sonriente, claro que era agradable el muchacho dejando atrás como nos conocimos, pero necesitaba decir palabra alguna. Estaba sentado en el sillón mirando embobado los cuadros, muebles, lámparas y hasta la televisión que no era muy diferente a la de todos; grande, gruesa, pesada, negra, profunda, con botones... en pocas palabras era una gran caja negra. Negué para que yo misma saliera de mi embobamiento.

-¿No hay televisores en Amethyst? -bromeé un poco para que se relajara.

-Emmmm, ¿televisores? -dijo confuso- Este... ¡claro que los hay! -dijo con risítas nerviosas revolviéndose los cabellos frenéticamente.

-Eh... claro -dije no muy confiada- ¿Quieres agua? -dije espontáneamente para alejarme un poco, esto ya se había vuelto raro.

-Me parece estupendo -dijo asintiendo varias veces bastante rápido.

-Ya vuelvo -dije rápidamente y entré a la cocina agarrando dos vasos del estante que se encontraba en la isla para llenarlos de agua.

-Dios, ¿por qué en la nevería con mi niña? -escuché que refunfuñaban desde la puerta de entrada y se oían unos pasos que se arrastraban pero pararon de repente. -¿Quién eres tú? -preguntó mi tío con voz desconfiada. Había encontrado a Matías.

-Este... -comenzó Matías pero yo me adelanté dejando los vasos y corriendo hasta la sala para aclarar las cosas.

-Él es Matías Robles, me lo encontré cuando trataba de salir de la nevería para ir a buscarte -dije lo último mirándolo de mala gana pero ni se inmuto, veía a mi invitado con odio.

-¿Y qué hace aquí? -preguntó ahora en tono enojado.

-Eso quería decirte... -comencé nerviosa- él es la tercer persona que necesita el cristal -dije firmemente.

Mi tío abrió los ojos asombrado y ahora lo miraba con curiosidad.

-¿Sabes qué piedra eres, muchacho? -dijo con arrogancia cruzándose de brazos a lo que Matías asintió no muy convencido.

-Soy... Me dijeron que soy el amethyst, señor -dijo agarrando un cojín del sillón con un tono de respeto hacia mi tío que le hizo levantar el mentón más alto.

-¿De qué época vienes? -preguntó secamente, parecía un interrogatorio de un juez.

Aguarden... ¿escuché bien?

-Espera un momento -dije rápidamente haciendo que me volteara a ver interrogante- ¿Acabas de decir "época"? -pregunté muy confundida.

Mi tío asintió y regresó la vista a Matías que, al contrario que yo, no parecía nada sorprendido por la pregunta, estaba alegre.

-Vengo de 1972 -dijo con naturalidad y una sonrisa plena, pero al ver mi rostro se le borró y me miró apenado.

Mi tío volvió a asentir.

-Aguarda... ¿por qué nadie me explica? -chillé como niña de cinco años dando saltítos y golpeando el sillón de un manotazo.

-Nena, cálmate -dijo mi tío tratando de tranquilizarme-. Tú sabes que hay diez personas metidas en esa lógia, ¿no?

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