Nos encontrábamos en la casa de mi tío, ya que no lo encontré por ninguna parte, decidí irme del lugar pero sin dejar a Matías. No le podía perder de vista a alguien que tenía que ayudar.
-¿De dónde dijiste que vienes, árbolito? -pregunté para sacar platica, era bastante aburrido porque no hablaba mucho.
-De Amethyst -dijo sonriente, claro que era agradable el muchacho dejando atrás como nos conocimos, pero necesitaba decir palabra alguna. Estaba sentado en el sillón mirando embobado los cuadros, muebles, lámparas y hasta la televisión que no era muy diferente a la de todos; grande, gruesa, pesada, negra, profunda, con botones... en pocas palabras era una gran caja negra. Negué para que yo misma saliera de mi embobamiento.
-¿No hay televisores en Amethyst? -bromeé un poco para que se relajara.
-Emmmm, ¿televisores? -dijo confuso- Este... ¡claro que los hay! -dijo con risítas nerviosas revolviéndose los cabellos frenéticamente.
-Eh... claro -dije no muy confiada- ¿Quieres agua? -dije espontáneamente para alejarme un poco, esto ya se había vuelto raro.
-Me parece estupendo -dijo asintiendo varias veces bastante rápido.
-Ya vuelvo -dije rápidamente y entré a la cocina agarrando dos vasos del estante que se encontraba en la isla para llenarlos de agua.
-Dios, ¿por qué en la nevería con mi niña? -escuché que refunfuñaban desde la puerta de entrada y se oían unos pasos que se arrastraban pero pararon de repente. -¿Quién eres tú? -preguntó mi tío con voz desconfiada. Había encontrado a Matías.
-Este... -comenzó Matías pero yo me adelanté dejando los vasos y corriendo hasta la sala para aclarar las cosas.
-Él es Matías Robles, me lo encontré cuando trataba de salir de la nevería para ir a buscarte -dije lo último mirándolo de mala gana pero ni se inmuto, veía a mi invitado con odio.
-¿Y qué hace aquí? -preguntó ahora en tono enojado.
-Eso quería decirte... -comencé nerviosa- él es la tercer persona que necesita el cristal -dije firmemente.
Mi tío abrió los ojos asombrado y ahora lo miraba con curiosidad.
-¿Sabes qué piedra eres, muchacho? -dijo con arrogancia cruzándose de brazos a lo que Matías asintió no muy convencido.
-Soy... Me dijeron que soy el amethyst, señor -dijo agarrando un cojín del sillón con un tono de respeto hacia mi tío que le hizo levantar el mentón más alto.
-¿De qué época vienes? -preguntó secamente, parecía un interrogatorio de un juez.
Aguarden... ¿escuché bien?
-Espera un momento -dije rápidamente haciendo que me volteara a ver interrogante- ¿Acabas de decir "época"? -pregunté muy confundida.
Mi tío asintió y regresó la vista a Matías que, al contrario que yo, no parecía nada sorprendido por la pregunta, estaba alegre.
-Vengo de 1972 -dijo con naturalidad y una sonrisa plena, pero al ver mi rostro se le borró y me miró apenado.
Mi tío volvió a asentir.
-Aguarda... ¿por qué nadie me explica? -chillé como niña de cinco años dando saltítos y golpeando el sillón de un manotazo.
-Nena, cálmate -dijo mi tío tratando de tranquilizarme-. Tú sabes que hay diez personas metidas en esa lógia, ¿no?
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Pedazo de Cristal
FantasyLa carta. Siete letras que puedo decir. Siete letras que me dan horror. Siete letras que tengo que descifrar en muchas mas. Un pedazo de papel que sostengo entre mis dedos temblorosos, con el esmalte para uñas color rosa mexicano destruido a c...