Entre celos y verdades (11)

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(11)

Matheo

—Es mejor que cuides tu lugar, ¿sabes? —se escuchó su risa burlona al otro lado del teléfono, y yo simplemente rodé los ojos.

—Solo cállate y deja de ser tan estúpida —sonreí levemente. Seguimos hablando un rato más, y cuando la conversación terminó, colgué el teléfono. Entonces recordé algo que tenía pendiente. Suspiré, guardé el móvil en el bolsillo y me levanté de la cama para salir de la casa. Caminé por unos minutos hasta llegar al refugio de las Parking  en las afueras, suspirando de nuevo, intentando calmarme. Hacía demasiado tiempo que no pisaba este lugar.

Me acerqué a la puerta y toqué, esperando que alguien me abriera. A los pocos segundos, Travis abrió y me dejó pasar sin decir mucho.

—Está en el último cuarto —dijo simplemente antes de darse la vuelta y volver a acostarse en el sillón donde ya estaba antes de mi llegada.

Suspiré, algo preocupado por lo que había escuchado, y caminé hacia la habitación. Al abrir la puerta, hablé sin pensar.

—Prince... —Las palabras se me cortaron al ver lo cerca que estaban sus rostros. Elisa giró su cabeza hacia mí al notar mi presencia. Tragué grueso; parecía algo nerviosa. Solté una leve risa, los miré a ambos y dije—: ¿Interrumpo algo? —pregunté, sonriendo de lado.

—Sí, lo haces —respondió Jace con la mandíbula tensa, pero antes de que la tensión aumentara, Elisa intervino.

—No. ¿Qué pasa, Mateo? —dijo tranquila, ofreciéndome una pequeña sonrisa. Suspiré al verla, pero pronto noté cómo Jace la mantenía cerca, sujetándola para que no se moviera de su lugar.

—Ahora dejas que el tóxico te diga qué hacer. Te creía con más personalidad, Elisabeth —dije con una sonrisa ladeada, viendo cómo ella fruncía el ceño. Se levantó de la cama y me siguió hasta afuera de la casa, sin decir una palabra.

Me recosté en la pared y la miré de reojo antes de hablar.

—¿Cómo estás? —pregunté, sonriendo levemente al notar el enojo en sus ojos. Pero antes de que pudiera responder, me apresuré a decir—: Vine aquí para verte, princesa. Me enteré de que te caíste y necesitaba saber si era cierto —sonreí de nuevo.

—¿Solo por eso hiciste esta estupidez? —preguntó, visiblemente alterada. Luego añadió—: ¿A qué te refieres con "si es cierto"? Claro que es cierto, ¿qué más podría ser? —dijo, apretando la mandíbula.

Estuve a punto de responder, pero mi teléfono sonó antes de que pudiera decir algo. Contesté y escuché a la persona del otro lado de la línea.

—Sí, lo estoy intentando, tranquila —dije, sonriendo. Sentí la mirada de Elisa sobre mí. Giré la cabeza y vi que no estaba del todo contenta. Colgué la llamada sin decir nada más y me acerqué a ella, acorralándola contra la pared. La miré a los ojos y me acerqué a sus labios, casi rozándolos.

—¿Celosa, princesa? —reí levemente y luego suspiré. Tomé su mentón, acercándola más a mí, rozando sus labios con los míos.

—Tienes que saber algo... Yo soy tuyo... y tú eres únicamente mía —susurré sobre sus labios antes de tomar su labio inferior entre mis dientes, tirando suavemente de él.

Elisa estaba completamente inmóvil, no hacía absolutamente nada, pero tampoco se mostró incómoda ni opuso resistencia. La miré a los ojos mientras seguía jugando con su labio hasta que, finalmente, reaccionó. Me empujó, alejándome de ella, pero solo fue para darme la vuelta y besarme con delicadeza. Apenas pasaron unos segundos antes de que se separara por falta de aire.

Empezaron a escucharse pasos, y ella intentó alejarse de mí. Pero rápidamente la agarré de la cintura, pegándola a mi cuerpo. Acerqué mis labios a su oído mientras acariciaba su cabello y le susurré:

—Te quiero...

Escuché una respiración profunda de su parte antes de que se separara por completo. Me miró a los ojos y se alejó, dirigiéndose a otro lugar, lejos de la casa. Eché la cabeza hacia atrás y suspiré, tirando de mi cabello con frustración. Los pasos continuaron hasta que se detuvieron. Miré en esa dirección y me encontré con Jace... el imbécil de Jace Prescott.

—¿Por qué has venido, Blake? ¿Por qué demonios no la dejas vivir su vida tranquila? —preguntó, mirándome con odio.

Simplemente me reí a carcajadas.

—Le doy más libertad que la que un tóxico de mierda como tú le da. Así que creo que el que debería dejarla vivir tranquila eres tú —respondí, sonriendo levemente. Despegando mi espalda de la pared, en un susurro casi inaudible añadí—: Déjala amarme...

Dándome la vuelta, seguí caminando hacia mi refugio, sin poder borrar la sonrisa que provocaba el recuerdo de Elisa retumbando en mi cabeza.

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