El legado de la traición (15)

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(15)

Adrik

Me levanté rápido de la cama tras una tonta pesadilla. Me dirigí al baño, cerrando la puerta tras de mí. Me miré al espejo, observando mis enormes ojeras. Para mí, era extremadamente difícil volver a dormir después de haber soñado cosas así. Mis ojos se cristalizaron de repente; suspiré intentando calmarme y tiré de mi pelo mientras mi cabeza dolía. Desde que cumplí dieciséis años, cada mañana era una lucha. Ese día, todo se jodió. La chica pelirroja lo arruinó todo con solo aparecer. Mi vida terminó en caos.

Elisa, con su sonrisa y su mirada inocente, desencadenó un desastre. Recordé el día en que reveló el secreto de mis padres, esa verdad que había intentado ocultar, esa verdad que me costó todo. Cuando habló, todo se desmoronó. La desesperación y el dolor se apoderaron de mí, llevándome al borde. La había odiado desde entonces. Ella no solo había expuesto la corrupción de mis padres, sino que había sellado su destino, provocando su muerte. No había vuelta atrás; su traición había dejado cicatrices que nunca sanarían.

Sacudí la cabeza, intentando dejar esas cosas atrás, pero los recuerdos volvían, como sombras implacables. Salí de mi habitación, decidí salir a tomar aire fresco, tratando de despejar mi mente. El viejo camino que seguí me era familiar, pero no me tranquilizaba. Cada paso me recordaba a ella, a lo que había perdido, a la rabia que aún llevaba dentro.

De repente, escuché un crujido entre las ramas. Me di la vuelta, alerta, hacia la dirección del ruido. Un hombre apareció entre los árboles, y una parte de mí se tensó.

—Adrik Evans —dijo, sonriendo de manera burlona. No sabía quién era, pero su tono me desconcertó.

"¿Qué sabe de mí?"

—Tranquilo... estamos buscando casi lo mismo —continuó, y por un momento pensé que había leído mis pensamientos. Su sonrisa arrogante solo aumentó mi desconfianza.

—¿Quién carajos eres y qué demonios quieres? —le pregunté, ya alterado.

—Ashton Smith —respondió con una seguridad inquietante. Se acercó un paso más, con una mirada que parecía analizarme—. Hasta los muertos conocen tu nombre. ¿Sabes por qué?

Lo miré con desdén, sin responder. Su risa despectiva resonó en el aire.

—Porque todos recuerdan a un villano. Especialmente a un asesino. —Se dio la vuelta, como si estuviera dispuesto a marcharse, pero algo en mí no lo permitió.

—¿Qué es lo que buscas? —dije, incapaz de contener la curiosidad. La mirada de él se iluminó con una chispa de interés.

—La busco a ella. —Sus palabras me sorprendieron, y una sonrisa involuntaria emergió en mi rostro. Buscábamos lo mismo, exactamente lo mismo.

—Queremos lo mismo, ¿no? —respondí, sintiendo que esa alianza no era tan absurda—. Analízala, descúbrela, y yo me encargaré de derribarla. Así ambos obtendremos lo que necesitamos.

Fue lo último que dije antes de seguir caminando, con la determinación renovada en mi pecho.

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