huracán (18)

3 0 0
                                    

(18)

Nora
Me desperté sintiendo un brazo alrededor de mi cintura y sonreí levemente, sabiendo perfectamente de quién era.

—Payton, despierta—
dije dándome vuelta para observar su rostro y darme cuenta de que este se hacía el dormido. Tomé su cara entre mis manos y la llené de besos.

—Buenos días, bonita—
reí leve escuchándolo y dejé un suave beso en su nariz para luego decir:
—Ya vete o prefieres que Adam te deje el ojo morado.

Él sonrió leve y se levantó para cambiarse, así que yo hice lo mismo, pero tomó mi brazo para recordarme que regresara a su lado, así que lo hice, poniendo mi cabeza en su brazo y observé sus ojos mientras él hablaba.

—Sabes perfectamente que no le tengo miedo al idiota de tu hermano—
dijo él sonriendo y yo solo lo miré riendo leve.

—Eso dices, pero te conozco. Tienes miedo cada vez que te quedas a dormir, no intentes mentirle a tu novia, Payton—
dije, y este puso su dedo sobre mis labios para que callara.

—Silencio o no te daré tu regalo, tonta—
al escuchar lo que dijo, automáticamente sonreí y obedecí.

—Sí que saliste interesada, ¿no, Norita?—
dijo sonriendo burlón y yo lo miré como si estuviera enojada. Él retiró su dedo de mis labios y acercó su mano a mi mejilla. Sonreí ante el suave tacto de sus dedos, pero luego abrí mis ojos y, para molestarlo, dije:
—Me siento utilizada, Scott. Con este regalo me estás pagando por lo que acaba de pasar—
dije sonriendo y él solo negó mientras reía.

—Cállate, Nora—
dijo, haciendo que me levantara y su cuerpo quedara pegado al mío. Luego tomó mi mano y besó mis nudillos.

—Nora Blake, mi bella mariposa, te haré una promesa—
yo simplemente asentí mientras me concentraba en sus ojos. Él sacó algo de su bolsillo, pero no logré ver nada ya que tenía su mano hecha un puño. Se arrodilló frente a mí y yo pensé en cualquier cosa menos lo que salió de sus labios.

—Mi promesa es que, cueste lo que me cueste, haga lo que tenga que hacer... cambiaré este anillo que en estos momentos te estoy dando por uno de compromiso. Te lo juro que lo haré, pero lo haré solo cuando tú estés lista—
dijo sonriendo, y sin soltar mi mano puso el anillo. Entendía perfectamente por qué había dicho que cuando yo estuviera lista. La verdad no me imaginaba caminando por un altar con un vestido blanco. No era que no lo quisiera, era que simplemente no era mi sueño aún. Salí de mis pensamientos cuando lo encontré de nuevo frente a mí. Él tomó mi cara entre sus manos y antes de besarme logró decir:

—Te amo—

Después de besarme por varios minutos, se separó de mis labios sonriendo para dejar un beso en mi frente, alejarse y salir por la ventana.

—Nora, a desayunar—
escuchar ese grito me hizo saltar, porque si Payton no se hubiera ido, tal vez lo hubieran descubierto. Simplemente me levanté y abrí la puerta, para luego rodar los ojos.

—¿Qué diablos quieres, Matheo?—
dije algo harta. Si mis sentimientos cambian en cuestión de segundos, aunque pareciera que me la pasaba feliz todo el tiempo o era excesivamente tierna, no era así; las apariencias engañan.

—Me debes 5 dólares, a menos que quieras que maten a tu noviecito—
dijo mientras sonreía, como si estuviera seguro de que iba a hacerle caso, pero obviamente no era así.

—Vete al diablo, Matt—
dije sonriendo y simplemente pasé a su lado, ignorando su mirada. A veces me preguntaba por qué Mat era tan estúpido si yo era tan inteligente. Bajé las escaleras y mi celular empezó a vibrar, así que mientras abría la puerta de la nevera de la cocina, saqué este de mi bolsillo y observé que era un mensaje de Payton. Así que dejé el teléfono en el mesón, lavé la manzana y me dispuse a comerla. Miré mi teléfono mientras esperaba que Payton terminara de escribir para poder leer el segundo mensaje, el cual me decía que nos encontráramos en nuestro lugar. Sonreí levemente, y lo último que dije antes de salir de la casa fue:
—Vuelvo en la noche, idiotas—

Salí de la casa con únicamente mi teléfono, ya que conocía el camino de memoria y, al ser el menos conocido, nunca había encontrado nada raro por ahí. Sonreí leve y me puse mis audífonos, sacando mi cabello de mi saco para seguir caminando. La canción que sonaba por mis audífonos se terminó y todo quedó en silencio, pero en cuestión de segundos escuché el crujido de una rama. No sabía a qué distancia había sido, así que me escondí detrás de un árbol y observé lo que más pude, intentando descifrar de dónde provenía el ruido, hasta que encontré un pequeño arbusto. Me acerqué a este y me escondí mientras intentaba escuchar las voces que al parecer estaban un poco más allá de donde me encontraba, y las únicas palabras que logré escuchar fueron:
—La busco a ella.

Esa voz no logré reconocerla, pero inconscientemente la piel se me erizó y los oídos empezaron a zumbarme mientras sentía un nudo en el estómago. Suspiré e intenté buscar en lo más remoto de mis recuerdos por qué estaba afectándome tanto. No lo entendía, no lo comprendía y eso no era habitual en mí, hasta que una ráfaga de viento me sorprendió con una simple e imperceptible imagen. Elizabeth Parking no sabía qué significaba, pero fuera lo que fuera, ella era un peligro. Suspiré, intentando retomar la compostura, pero me quedé estática al sentir la respiración de alguien justo en mi nuca.

—Elisa Parking—
fue lo único que pronunció esa voz supremamente ronca. No lo pensé dos veces y me levanté y empecé a correr, sin preocuparme por voltear, corriendo lo más rápido que podía, pensando en solo regresar a casa. Después de varios minutos corriendo, los cuales parecían años, logré llegar a casa, encerrándome de inmediato en mi cuarto, cerrando las ventanas y dejando simplemente la luz de mi escritorio encendida. Me di una ducha fría y luego me cambié para sentarme en mi escritorio, mientras la silla giraba y yo miraba hacia el techo, intentando concentrarme en lo que necesitaba. Suspiré y tomé una libreta, empezando a anotar ideas e intentando mezclar todo para llegar a una conclusión. Quién sabe cuántas horas pasé en la misma situación. Suspiré sin tener una idea clara, hasta que algo cambió su rumbo y de inmediato todo tuvo sentido.

—Matheo!—
lo llamé emocionada, como si fuera una niña a la que le hubieran regalado lo que pidió para Navidad.

—¿Qué pasa, Nora?—
dijo, algo asustado al verme tan feliz, y ni siquiera con eso paré de sonreír, pero todo terminó de cuadrar y mi sonrisa se esfumó.

—Tu noviecita está en problemas—

—¿De qué hablas, Nora?—
dijo, mirándome con una mezcla de preocupación y confusión en su mirada.

Junté mis manos y lo miré fijamente.

—¿Por dónde empiezo?—
dije, suspirando y organizando la manera de decirle sin que se preocupara más.
—Solo diré que ella...

"No logré explicarle de una manera en la que conservara la calma"

SURVIVEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora