Revelaciones incompletas (16)

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(16)

Travis

—Nunca creí que fueras tan estúpida como para no saber que una herida tiene que curarse —dije sonriendo levemente. Ella me miró con rabia, lo que me hizo sonreír aún más. Crystal siguió mirándome con la misma expresión, así que solo pude decir:

—Okey, okey, no es estúpida, tal vez solo algo tonta, ¿no crees? Tonta y manipulable, eso eres, Mikelson.

—¿Yo manipulable? Por favor, lo dice el asistente personal de Izabel —replicó, sonriendo, y yo solo me dediqué a observar sus ojos.

—No soy su asistente; la ayudo porque la quiero —dije, poniendo los ojos en blanco. Ella volvió a sonreír y preguntó:

—¿Te ves como un buen chico, Travis?

Lo único que pasaba por mi cabeza era: ¿hace cuánto no sonreía así? Era raro hacerlo, muy raro. Estaba a punto de quedarme dormido por el montón de sueño que tenía, después de haber pasado toda la noche anterior despierto. Suspiré, abriendo los ojos lentamente y recordando por qué estaba allí. Me levanté y fui hasta la puerta, asegurándome de que no hubiera nadie en el pasillo antes de cerrarla.

Comprendía perfectamente por qué Crystal prefería que Isabel no se enterara; se pondría histérica de solo saberlo. ¿Y quién no lo haría? Bueno, tal vez yo, pero la razón para que eso no pasara era que no me metía en los asuntos de los demás. Cada uno hace lo que quiere con su vida, y mi pensamiento no iba a cambiar por Crystal.

—No quiero meterte en problemas, pero tampoco quiero tenerlos yo —dijo ella, riendo levemente mientras tomaba el botiquín que se encontraba sobre mi mesa. Me acerqué con el botiquín y me senté a su lado. Observé cómo su cabello caía sobre su rostro, dándole un aire de vulnerabilidad.

—¿Estás bien? —pregunté, sintiendo una preocupación creciente por su bienestar. Ella evitó mi mirada, y en su silencio, pude sentir que había algo más detrás de su sonrisa.

—Solo fue el accidente, no es nada grave, tu mismo lo dijiste se curará —respondió, tratando de sonar tranquila, pero no podía ocultar la incomodidad en su voz.

Negué con la cabeza, incapaz de ocultar mi frustración. Aunque no podía preguntarle directamente sobre su situación, era evidente que algo andaba mal. Sin embargo, no podía forzarla a hablar.

Comencé a revisar sus brazos y su cuello, donde noté algunas marcas. Era claro que no eran solo rasguños. Mientras aplicaba el desinfectante, una mezcla de preocupación y frustración me invadió, pero no quería que lo notara.

—Esto... no se ve bien —dije, sintiendo el peso de mis palabras. Ella intentó restarle importancia, pero yo no podía dejarlo pasar.

—Ya puedes irte, si quieres —dije, intentando sonar indiferente. Sin embargo, la sorprendí al verla asintiendo lentamente antes de levantarse y caminar hacia la puerta. Justo antes de que pudiera dejarla ir, la llamé de nuevo.

—Crystal, espera...

Ella se detuvo y se volvió hacia mí. Nuestras miradas se encontraron, y sentí que el tiempo se detenía.

—Definitivamente eres un buen chico, Travis —dijo sonriéndome, antes de desordenar mi cabello y salir de la habitación. Yo seguí inmóvil, sintiendo mi corazón latir con fuerza.

—¿Qué carajos fue eso? —murmuré, sintiendo una mezcla de confusión y ansiedad.

Suspiré y dejé caer mi espalda sobre el suave colchón, intentando calmar mis pensamientos. Pero, desgraciadamente, no funcionó. A los minutos, empezaron a escucharse ruidos en el pasillo, lo que me hizo levantarme de un salto.

Al salir, encontré a Elisa y a Crystal. Elisa tenía a Crystal contra la pared, apretando su cuello con el brazo. La ira se apoderó de mí, y lo único que pude gritar fue:

—¡Elizabeth Parking, suéltala ahora mismo!

Crystal me miró de reojo y, aunque me dedicó una pequeña sonrisa, sentí que el pánico se apoderaba de mi pecho. Con un movimiento rápido, Crystal tomó la iniciativa y puso a Elisa en la situación contraria, apretando su cuello con fuerza.

—Es solo una niñata, Travis —dijo Crystal, mirándome. Luego volvió su mirada a Elisa, riéndose levemente al ver el miedo reflejado en sus ojos. Se alejó de ella y, dejándome totalmente confundido, añadió:

—Te cubriré, está bien. Ahora, andando, pero ten por seguro que lo hago porque me beneficia. De resto, yo nunca haría nada por ti, Elizabeth.

Crystal casi susurró eso antes de gritar:

—¡Elisa y yo saldremos, Izabel!

Con eso, se dio la vuelta y comenzó a caminar hacia las escaleras, sabiendo que Elisa la seguiría. Yo, por mi parte, me volví a mi habitación, tratando de calmar los latidos desbocados de mi corazón.

Me tiré en la cama, intentando dormir, pero las imágenes de Crystal y la tensión en el aire me mantenían alerta. Con dificultad, finalmente caí en un sueño, aunque una pregunta seguía atormentando mi mente:

"¿Qué mierda estaba pasándome?"

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