Capítulo 3: La flor

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Las estancias de los sirvientes masculinos consistían en un edificio construido para tal fin que se expandía como un ala más de palacio, conectado a éste por un túnel de cristal. Otro pasillo, en este caso de piedra, conducía al harén y otro a las sirvientes femeninas.

Ese primer día, dado que también viajaban mujeres con destino a alguno de los otros pabellones, Boun pudo escuchar los chismorreos y las principales revelaciones que conocían los que llevaban ahí siempre.

Así Boun supo que el joven príncipe era el último de los hijos y considerado como de poca importancia, hasta que llegó la posibilidad de sellar ese tratado con lazos de sangre. Tambien que las mujeres y hombres del harén aseguraban no haberle visto nunca.

Se acostó en su litera y al momento escucho como Saint ocupaba la suya.

-Pareces contrariado.

Boun golpeó su almohada.

-Sólo echo de menos estar en casa.

-Te vi mirar al príncipe. Sabes que es peligroso sentir cosas por ellos. Aunque parezca que te correspondan, siempre van a elegir su posición a tu felicidad.

Boun guardó silencio. Saint era el único hijo de un romance entre su madre y un aristócrata que frecuentaba su antiguo hogar. Cuando se quedó embarazada le dio una buena suma de dinero, le consiguió un esposo y nunca más había ido a verla, ni al bebé.

Aunque el matrimonio forzoso de los padres de Saint había sido al final el encuentro de dos almas afines en los ojos de su madre siempre estaba la tristeza por el amor perdido y en Saint el dedo acusador de ser fruto del adulterio.

-Sólo estaba mirando. No voy a embarcarme en ningún romance. Es de lo que menos ganas tengo ahora.

-Yo me he fijado en su amigo. Es muy atractivo...

-Saint, eres un auténtico desastre. Te has enredado con tantos que he perdido la cuenta.

-Bueno, pero he mantenido a salvo mi corazón. Por eso te advierto, porque a ti no te he visto meterte en aventuras.

-Estás hablando como si fuese una doncella y tú mi madre.

-Bah, estás de muy mal humor. Mejor me pongo a dormir. Mañana serán los fastos de la boda y no quiero perder nada.

Boun cerró los ojos pero no podía dormir. Lo que había sentido al ver al príncipe no se podía comparar con nada que hubiese sentido antes.

Bajó descalzo de la litera para no hacer ruido y caminó por el edificio de personal. Tenía curiosidad por el harén, pero si iba esas horas creerían que buscaba otra cosa distinta a curiosear.

Se dirigió al túnel acristalado que conectaba los edificios.

Alguien estaba sentado apoyado en la pared y contemplando las estrellas.

-¿Te encuentras bien? -preguntó, un poco molesto de que en su paseo regodeándose en su miseria se hubiese encontrado con un invitado inesperado.

Ese invitado levantó los ojos y le miró. Era el príncipe.

-Solía gustarme venir aquí para admirar las estrellas y aprender Astronomía. Ahora tendré que renunciar a muchas de esas cosas, supongo.

Boun se sintió incómodo, tímido de repente.

-El matrimonio no tiene porque ser una carcel. La princesa es caprichosa y muy intratable a veces, así que probablemente solo visite tu dormitorio las veces necesarias para concebir hijos y se dedique a estar con su séquito de amigas el resto del tiempo.

El príncipe sacó de su bolsillo una flor arrugada y se la mostró.

-Le di una flor de mi jardín privado tras la cena y me dijo que era alérgica y que se sorprendía muy negativamente de que no hubiese investigado sobre sus gustos.

Boun no pudo contener su lengua.

-¿Alérgica? Solo es incapaz de ver el romanticismo de una flor. Es un pequeño pedazo de belleza que muere con tanta rapidez que apenas te permite contemplar su esplendor. Ella es más bien de piedras preciosas.

El príncipe se levantó.

-No se lo digas a nadie, pero en realidad iba al harén. No... nunca me he visto en la tesitura de tener que complacer antes a una mujer y pensé en que una de las concubinas podría ayudarme.

Boun contuvo la respiración. Hermoso, romántico, inocente... ¿no podía ser acaso un sirviente?

-Estoy seguro de que cualquiera te enseñará con gusto.

-En realidad me quede aquí porque algo me paralizó. Fui incapaz de seguir y hacerlo.

Íntegro. ¿Dónde había estado esa fruta prohibida escondida hasta entonces?

-Será mejor que te acuestes. Mañana es la ceremonia nupcial.

El otro joven se acercó y le colocó la flor en el pelo.

-Te queda hermosa.

Boun contuvo la respiración. El príncipe se acercó más a él.

-Tienes algo especial. No se que es. Pero lo vi en cuanto llegasteis. Me fijé en ti. No entiendo porque. En realidad hoy ha sido todo muy confuso...

-Ve... ve a dormir.

El joven asintió. Desapareció por los pasillos camino de sus aposentos.

Boun se guardó la flor en el bolsillo.

Sentía un nudo desconocido y no del todo desagradable en el pecho.

Complaciendo al Príncipe||BounPrem|| Gay||CompletaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora