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Damien se acomodó mejor en la silla de su despacho para recibir a Grafton y a Lady Celestine. Segundos después el caballero entró prácticamente a trompicones a la estancia.

—¿Dónde está?—preguntó apoyando sus manos en el escritorio.—¡Necesito hablar con ella!

Adrien sostenía en una de sus manos la carta arrugándola, mientras en la otra sujetaba una libreta.

—Lejos de aquí, eso está claro.

—¿Dónde?—pidió apretando los puños.

—Ella me pidió que no te dijera nada.—dijo para corroborar la versión de la carta en un silencioso apoyo a la jóven de 15 años que había ideado todo ese plan.

—Por favor Bleiston necesito hablar con ella.—el tono de voz del marqués no pudo ocultar su desesperación.

—Fue decisión de mi hermana, no mía. Además...¿qué ganaría diciéndote dónde está?—lo picó para ver cómo reaccionaba.

Grafton apretó los dientes y colocó la libreta sobre el escritorio.

—Allí está uno de los trabajos de investigación más importantes que he hecho, te lo daré si me dices dónde está.

Bleiston sonrió sardónico. A pesar de su estado de conmoción actual Grafton seguía siendo uno de los mejores negociantes que conocía. No por nada logró amasar toda la fortuna que tenía y saldar las deudas de su padre.

—Lo que me interesa saber es qué te propones con mi hermana.—fingió no reparar en la libreta, aunque tener ese incentivo había volteado la balanza a favor del marqués.

—Quiero que sea mi esposa, de hecho no solo he venido a buscarla sino a pedirte su mano.

Eso sí sorprendió a Damien, nunca pensó que Adrien Miller podría llegar a tener esos sentimientos por una mujer y más aún que esa dama fuera su hermana.

—Aunque quisiera darte su mano, la última palabra la tiene Eliana, no yo, pero...—miró a Lady Celestine que lucía igual o más impaciente que su hermano y tomó una decisión que cambiaría un poco el rumbo de lo que en principio había planeado.

***
Castillo de Windsor
Londres

Elliot descendía del carruaje dirigiéndose a la inmensa construcción donde lo había citado Henry Fielding con el objetivo de notificar su ascenso al rey y al primer ministro.

El tribunal de Bow Street aún quedaría relativamente en manos de Fielding, pero el control de las fuerzas del orden pasarían a ser sus competencias.

—Lo están esperando en el salón privado de su majestad.—le informó uno de los sirvientes del rey mientras lo iba guiando hacia el lugar.

Una vez que fue presentado y se le permitió entrar se encontró con Henry Fielding, el primer ministro, el rey Guillermo IV y James Lancaster junto con el duque de Rivintong.

Los caballeros que habían estado hablando antes de que Elliot llegará continuaron con su charla como si él no existiese, a excepción de Jonathan Lancaster que se acercó a saludarlo.

—Me alegro por tu ascenso Elliot.

—Gracias.

Tiempo después cuando por fin los caballeros parecieron llegar a una resolución, James Lancaster tomó la palabra.

—Sir Elliot aún es demasiado joven para asumir este cargo.—afirmó.—Le hace falta más experiencia para desempeñar un liderazgo prometedor.

Jonathan se sintió un poco incómodo con las palabras de su tío porque si era honesto él era el más joven de esa sala, incluso más que Elliot que en unos cuantos años ajustaría los 40.

Sanando tus heridasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora