Entró al antro y lo primero que veo son jóvenes con bastantes pulseras y collares de neón, ebrios, drogados y bailando al ritmo de la música electrónica. Valery me toma fuerte de mi mano y Manolo me guía a la barra.
Logramos salir del centro de pista a salvo, nos sentamos en la barra. Manolo pide un whisky, Valery pide vodka y yo un mojito. La bartender me da mi mojito y pregunta.
-¿Qué hace una señorita tan linda por estos rumbos?.
Le miro, cara perfilada, labios carnosos, cabello castaño corto y un poco revuelto, ojos penetrantes.
- Sólo, intento disfrutar la vida.
Ella ríe un poco y se acerca más.
-¿Te molesta si intento disfrutarla contigo?.
Por estas razones odiaba venir a los antros, aunque es irónico ya que para eso están, para ligar.
- No deseo compañía, no por ahora pero gracias. Dije amable.
Ella captó rápido y me dejó en paz, Valery y Manolo platicaban cosas triviales, Manolo apostando que podría tener un acostón con cualquiera de las señoritas en este lugar, y Valery apostando lo contrario.
-¿Tú que piensas Primrouse?
-¿De qué?. Dije sin ánimo.
Yo realmente no deseaba salir, estoy en una situación emocional tan mal, que ni siquiera podía deprimirme bien. Y no por una chica, sino por que no podía encontrar mi razón, mi ser y no en sentido amoroso, sino en un sentido más existencial.
Teniendo Veintisiete años y no sabía ni que jodido sabor de helado quería. Eso hizo que Cristine (mi primer amor) me dejará, hizo que yo misma me fuera de casa a los quince, hizo que yo misma me metiera en un abismo sepulcral.
Mis pensamientos, arrepentimientos, y lamentaciones son interrumpidas por un acto de presencia. Es ella, es Roxane.
Roxane, mi preciosa rosa con espinas venenosas. Mi deleite, mi perdición, mi todo y mi nada. Vistiendo un lindo vestido negro, no era pegado, ya que ella no es de usar cosas pegadas. Tacones algo bajos, cabello suelto y un poco ondulado.
Camina con paso decidido hacia mí.
Las luces se apagan.
Está a centímetros de mi cara.
- Te extrañe, Prim.
Ese pequeño pero bello apodo impuesto por un ser divino hacia un simple mortal.