Conociéndose

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1894

El atardecer mezclaba tonalidades de colores anaranjados mientras una pelirroja caminaba a su hogar tarareando una melodía alegre. Su sombrero adornado con flores era muy hermoso y aquel vestido verde botella le hacía ver más adulta. El delantal blanco tenía algunas manchas de tinta porque en clases se le había derramado un poco y su canasta con libros también guardaba las flores que la chica iba cortando del suelo.

No se dio cuenta que estaba perdida hasta que algo en ese escenario no cuadraba. Se suponía que estaba en el camino directo a su hogar Green Gables, no a otro sitio que parecía mas bien embrujado. Miró en todas direcciones, intentando recordar que lugar era ese, pero su memoria le traicionó. Tomó la decisión de retroceder e intentar volver por donde vino.

Al dar media vuelta, un extraño presentimiento embargó sus sentidos. Comenzó a caminar por donde había venido, pero alguien tomó su brazo, haciéndola saltar del susto. Su canasta llena de libros cayó al suelo al igual que aquellas flores tan hermosas que había cortado.

Un joven de cabello negro y mirada preocupada estaba frente a ella.

—¿Está bien, señorita? —preguntó el muchacho, recogiendo las cosas que se habían caído.

Anne, que no se había recuperado del susto anterior, seguía respirando con dificultad.

—Lo siento, no era mi intención asustarla. Es solo que la vi un poco confundida y perdida —el pelinegro le extendió la canasta con sus cosas y sonrió—. Me llamo Gilbert Blythe, es un placer.

La pelirroja tomó la canasta, desconfiada. No era normal que un joven se acercara a ella y aún menos le hablara bien. En la escuela todos ellos tomaron la costumbre de molestarla.

—¿De casualidad usted tendrá nombre? —bromeó el muchacho, con intención de que se sintiera en confianza, lo que logró.

Ella río, mostrando su bonita sonrisa a Gilbert.

—Anne, Anne Shirley Cuthbert —se presentó extendiendo su mano.

Gilbert se la estrechó, cambiando su rostro a uno serio cuando vio la pequeña marca roja que la chica tenía en su brazo. Recordó al instante a quien le encantaba marcar y molestar a las personas así.

—Usted es la niña de los Cuthbert, ¿Verdad? Madre me habló de usted. Bueno, mas bien me escribió. Yo estaba de viaje por los distritos de Alberta junto a mi padre.

—Oh, usted es ese Gilbert —susurró Anne, acordándose de lo mucho que su amiga Ruby le había hablado de él y lo mucho que lo amaba.

—Veo que mi reputación me precede, señorita Shirley —río él.

Anne también lo hizo, pero recordó su lamentable situación.

—¿Sabrá usted, señor Blythe, en qué lugar estoy? Creo que me he perdido.

—A unos cuantos metros mas adelante está mi hogar. Si dobla por allá, se verá la laguna Barry y si se va por ese sendero de arboles podrá cruzar por el hogar de la señora Lynde y de paso al suyo.

La pelirroja asintió y con un movimiento de su mano se despidió para poder irse.

Gilbert, al ver que faltaba poco para que se oscureciera, corrió detrás de ella.

—¡Señorita! Permítame acompañarla. Nunca se sabe cuando puede pasarle algo —dijo, deteniéndose a su lado.

Viendo que tenía razón, aceptó y juntos emprendieron camino por el sendero.

—Que lindas flores —elogió Gilbert, señalando el sombrero.

—¿Cierto? Son bellisimas. ¿Quiere usted algunas? Para adornar su cabeza —hablo ella emocionada.

Anne whit an E, One ShotsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora