Blue Jeans

944 77 48
                                    

Canción: Blue Jeans

Intérprete: Lana del Rey

Solo para que no me juzguen o algo así, no intento romantizar este tipo de relaciones ni nada porque ante todo amor, está el propio y la paz mental que trae consigo. Y quizá ya están aburridos de que en la mayoría de one shot (o mis historias, en general) pase algo malo, ilegal o así, pero es mi forma de percibir el mundo. Juro que cuando termine esto de las canciones les traeré todo vainilla y rosa, a pesar de que vomite arcoíris y me de diabetes por escribirlo.

***

2020

Josie

Ese momento. 

Ese momento cuando te das cuenta de lo tóxico que puede llegar a ser una persona. Lo enfermizo que se convierte ese tira y afloja en una relación. Enfermaba, gravemente.

Podía ver a todas mis amigas felices, viviendo sus vidas al máximo con personas que les dan el mismo amor que ellas ofrecen.

Y luego estoy yo, atrapada, enjaulada en una habitación junto con un chico de jean azules, camisa blanca y una sonrisa insinuante, descarada. Peor que la muerte.

Recordaba las promesas en la adolescencia. Diciembre fue el mes de nuestro amor. Cada una de ellas fueron cumplidas, pero al costo de una sana convivencia y un corazón roto en miles de pedazos que si intentaba repararlo, me cortaba con el filo.

Billy. Sí. No digo que fuera una mala persona, pero ya no era lo mismo. Y de todos modos yo estaba ahí, jurándole amor eterno.

Eramos tan malos el uno para el otro, y aún así nos manteníamos juntos. Posesivos, celosos. 

Tan iguales y a la vez tan distintos.

Sé que el amor es cruel y que duele amar, pero es como pasar un cuchillo por tus brazos aún sabiendo que te vas a cortar y sangraras. Sangraras como nunca.

Cosas ilegales, problemas distintos. Billy pasó de ser el chico tierno a uno ambicioso, igual que su padre. Juró que jamás lo sería, pero el dinero corrompe a cualquiera. 

Me mantuve ahí, amándolo, porque estaba tan insegura de mi misma que creía que fuera de él, nadie podría amarme. 

Tan posesivo, tan celoso. Si no podía ser de él, jamás sería de nadie. Noches enteras discutiendo para luego terminar besándonos como dos adolescentes sin nada más en lo que pensar.

Tan posesiva, tan celosa, y eso le encantaba. Le encantaba este romance tóxico, este romance cruel.

Lo amaría hasta el final de los tiempos, porque era como mi droga. 

Sabes que te hará mal, sabes que algún día te matará, pero simplemente lo aceptas porque ya no vez un mundo en donde no esté él. En donde no estemos él y yo, juntos. Podría esperar un millón de años y aún así mi corazón seguiría latiendo con la misma fuerza.

Él tenía que recordar que era mío y yo era suya. 

Así, simple.

Tenía que recordar que yo lo amaba mucho más que todas esas que estuvieron antes, que todas esas estúpidas que hasta el día de hoy querían volver a tenerlo solo porque era exitoso.

Sí, pero era mío. Yo lo amé antes del dinero, antes de los lujos, antes de que fuera un hombre reconocido.

Cada día que salía le insistía en que no lo hiciera. Podíamos vivir bien sin nada reluciente.

Podíamos estar bien juntos.

Un domingo se fue.

Lo esperé, desesperada, caminando de un lado a otro, creyendo que el lunes estaría aquí.

Y no fue así.

Entendí que si no volvió, era por la simple razón de que lo habían atrapado. En el tráfico de drogas, la vida es lujosa, con dinero.

Pero vives con un miedo ansioso de que algún día simplemente todo acabe, todo termine.

A las doce de la noche, llamaron. 

¿Señorita Andrews?

Temblorosa, respondí.

—¿Si?

Lamento informarle que su esposo fue hallado muerto en uno de los puntos de tráfico más rebuscados por la policía. Según lo que pudimos ver, fueron tres heridas de bala. 

Muerto.

Cuando saliste, cariño mío, una parte de mi murió contigo.

No podía recordar haberle dicho alguna vez que me molestaba que saliera, porque no era así. Estaría a su lado siempre, incluso cuando pisara el acelerador del auto y nos enviara a los dos en una muerte segura.

Salí corriendo de nuestro hogar, sin importarme que estuviera literalmente en pijama. El lugar estaba lleno de policías. Mis ojos captaron un cuerpo en el suelo. 

No hizo falta mucho para distinguir ese cabello rubio tan igual al mío.

El solo mirar al amor de mi vida, muerto, hizo que quisiera yo estarlo también.

Éramos tan dependientes el uno del otro.

Grité, grité como nunca.

Toqué su rostro, acerqué mi oído a su pecho para poder escuchar algún latido, pero no lo escuché.

Lo llevaron lejos, lo quitaron de mi vida.

Sin embargo, a pesar de todo eso, seguiría amándolo hasta el final de los tiempos. 

Esperándolo por un millón de años, a través de las lágrimas.

Esa fue la forma que tuvo la vida de quitarme al ser que más amaba, pero que a la vez me destruía como un cáncer.

Anne whit an E, One ShotsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora