Tiene sabor

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Canción: Tiene sabor

Intérprete: Denise Rosenthal

***

1970

Anne

Las personas vivían en una época con unos estándares de belleza bastante altos y para nada amplios.

Cada chica llegaba a sus hogares con una revista en donde aparecía una mujer rubia, de ojos verdes y grandes, pestañas largas, abundantes, piernas tonificadas, abdomen plano, pechos grandes y trasero enorme.

Y esas chicas iban a su baño, ponían la revista a un lado de su espejo. Se quitaban su ropa y empezaban las comparaciones. 

Todas y cada una de las chicas que iban a mi escuela tenían el mismo sueño.

Ser incluidas en el estándar de belleza ideal.

Yo misma había estado en esa misma posición, anhelando poder ser como alguna modelo o actriz.

Deseando tener esos cuerpos tan perfectos.

Hoy era 27 de agosto. Ayer se llevó a cabo una de las manifestaciones feministas mas grandes en todo el mundo, conmemorando que a las mujeres se les había dado el derecho a voto.

Estaba segura de que esa sería una fecha que jamás se olvidaría en todo el mundo.

Si algo tenía yo, es un espíritu demasiado feminista y anarquista.

Por esa misma razón hoy salí de mi casa junto con tres letreros. Caminé hasta la escuela. Este era mi útlimo año antes de ir a la universidad y pensaba dejar mi marca.

Diana estaba esperándome, sentada en las escaleras de la escuela. La había convencido de ponerse un pantalón. Ella nunca los usaba por la estúpida creencia de que las mujeres tienen que verse femeninas para encontrar a un hombre rico y casarse con ellos. Pura basura.

—¿Qué son esas cosas? —preguntó, levantándose para llegar a mi lado. 

—Oh, nada de lo que preocuparse —le paso uno de los letreros y ella lo lee en voz alta.

—¿Liberación femenina? ¿Qué piensas hacer? 

—Un acto de sororidad por todas nuestras hermanas —respondo, adentrándome en la escuela.

Las miradas se posa en nosotras. Mantengo los carteles en mis manos, escondiéndolos. 

No hay tiempo de pedirle permiso a la directora para hacer esto.

Me detengo en medio del patio.

—¡Liberación femenina! —exclamo, levantando los letreros—. ¡Ayer muchas de nuestras hermanas mujeres se manifestaron de forma pacifica en conmemoración de todo esto que está pasando y hoy yo lo haré también!

—¡Ya cállate, loca! —gritó uno de los muchachos, riendo entre ellos.

—¿Loca? ¿Loca por creer en mis derechos? ¿Loca por pensar que las mujeres podemos hacer lo que los hombres hacen y mucho más? ¡Pues sí, lo soy con mucho gusto!

Le hago una seña a Diana para que levante el cartel, a lo que ella obedece.

Puedo escuchar los murmullos de los demás estudiantes cuando meto mi mano dentro de la camisa y me quito el sostén.

—¿Ven esto? —dije, sosteniendo en alto la prenda blanca—, esto es un ejemplo de opresión. 

Lo lanzo al suelo.

—¡Si querías ser prostituta solo tenías que decirlo! —dice alguien de entre la multitud.

—No es prostitución, Billy. Es el derecho a expresarse libremente ante una sociedad estúpida regida por hombres con grandes egos —dijo Diana a mi lado, alzando la voz como nunca antes.

—¡Y no solo eso! ¡Mantienen unos estándares de belleza tan altos que es prácticamente imposible cumplirlos! —habló Ruby, corriendo a nuestro lado—. ¡No todas podemos cumplir con ese ideal de altura! ¡Soy una persona pequeña y lo acepto!

Las chicas se van uniendo en multitud a nosotras, quedando como dos bandos de chicas y chicos.

—¿Por qué compararnos? ¿Por qué hablar mal de nosotras a nuestras espaldas? ¡Somos hermanas! ¡Nuestra belleza es igual en todos los sentidos y no merecemos una comparación de hombres con un sentido de machismo tan elevado! —gritó Jane, mirando a su hermano con enfado.

—¡Este es un llamado a todas las mujeres, a todas las chicas que han sido comparadas y juzgadas de tal manera que ya no queda nada de ellas! —hablé, tomando la mano de mi mejor amiga y la de Ruby. 

—¡Señoritas! ¡Esta es una escuela, no un lugar en donde se puedan hacer manifestaciones! —dice un profesor llegando hasta nosotros.

—¿Acaso no es aquí donde deberían enseñar las cosas? ¿Acaso no es aquí en donde nacen todos estos pensamientos? ¡Aquí se debería decirse al hombre que no viole! —dijo Josie, ganándose una mirada sorprendida de todos—. ¡Aquí es donde se les debería enseñar a los muchachos que un "basta" debe ser respetado! ¡Aquí es donde se forman los caracteres de los jóvenes, esos que después se creen superiores a nosotras por usar la fuerza bruta en vez de usar su cabeza!

El profesor nos mira con la boca abierta, intentando decir algo para rebatir lo que decimos, pero no puede.

Porque es verdad.

Me giro hacia la multitud de chicas, las cuales tienen sus ojos llenos de lagrimas.

—Abrazando la diferencia, nuestro mundo va a cambiar —digo, levantando el cartel que dice "Mujeres Unidas Contra El Patriarcado"—. ¿Quienes de ustedes han sido molestadas por sus cuerpos?

Ellas se mantienen un momento quietas para luego alzar la mano de una en una.

—¿Quienes de ustedes se han comparado a si mismas con miles de modelos distintas? —pregunta Diana a mi lado.

Otra vez, levantan sus manos.

Todas las levantamos.

—¿A quienes de ustedes intentaron violarlas? —inquiere Josie.

Un par de chicas levantan sus manos.

Y ella también lo hace.

—¡Estamos unidas! Todas somos una y es tiempo de que lo aceptemos —vuelvo a girarme hacia el profesor, señalándolo—. Usted debería enseñar eso a sus alumnos. Debería de enseñar que una mujer es un sujeto y no un objeto con el cual se puede jugar de la peor forma.

—¡Somos una, somos todas! —grita Jane.

—¡Somos una, somos todas! —respondemos todas nosotras al unísono.

Empezamos a gritar, a decir cada una de esas palabras que nos hemos guardado por tanto tiempo.

Los profesores no pueden callarnos.

La sociedad ya no puede callarnos.

Somos una bomba que tenía tiempo, día y hora para explotar.

Lo hicimos.

Porque ya no importa si nuestro cuerpo no es perfecto. Ya no importa si tenemos estrías, si tenemos celulitis, si tenemos ojeras o inclusive si tenemos bello facial.

Ya no importa.

No hay mas comparaciones.

No hay mas dolor por ser diferentes.

Esto probablemente no hará un gran cambio por hoy o por mañana, pero las futuras generaciones sabrán que estuvimos aquí, peleando por hacer que la mujer sea respetada completamente.

Y aunque miles de nosotras mueran en esta guerra contra la sociedad llena de prejuicios y cero empatía, lo vamos a lograr.

Porque las mujeres no se rinden, no se dejan burlar.

Y sí, somos esas mujeres que pelean por lo que quieren hasta el final, apoyándose mutuamente.

Somos una, somos todas.

Anne whit an E, One ShotsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora