5. Y los amantes se encuentran.

811 94 1
                                    


Athy lo recordó.

A Ijekiel entre las campanillas de invierno, sonriéndole a escondidas entre las flores del invernadero. Recordó sus manos temblorosas, una y otra vez, siempre temblando ante ese eterno momento que se repetía hasta la eternidad.

Recordó los labios de Kiel sobre los suyos, su mano cálida en su cintura, el calor de sus mejillas contra las suyas.

Recordó su primera noche juntos, los suspiros temblorosos, la piel tersa y firme.

Las promesas susurradas a su oído, tan reales como eternas.

"Nunca te dejaré, Athanasia" le había dicho, una promesa llena de amor y anhelo.

Pero las promesas se rompían

Porque también recordó el día de su boda, a Kiel en un precioso traje blanco, la sonrisa de Jennette mientras entraba al altar con su primoroso vestido de novia y el irremediable dolor en su pecho al ver al hombre que amaba casarse con otra.

Las cosas que Claude les haría a ambos si se enterará en donde había estado su futuro yerno la noche pasada.

Lo mucho que Jennie lloraría si supiera por qué Athanasia utilizaba un vestido con cuello alto.

Las cosas que la segunda princesa y el príncipe consorte de Obelia escondían tras las puertas de una habitación, o tras las paredes de un viejo invernadero del Palacio Rubí.

Cosas que nadie sabía, secretos que sólo ellos guardaban.

Eran los pecados del Sol y la Luna, vivir persiguiéndose hasta extinguirse.

Como el Sol y la LunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora