7. Y todo se repite

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Lo decidieron por separado, pero no quisieron volver a repetir los errores del pasado.

Se mantuvieron lejanos, Kiel lo sentía en cada uno de sus huesos, el anhelo, el amor, los recuerdos que podrían volver a tener juntos. Pero se contuvo, suspiró, sostuvo la mano de Jennette, y caminó a su lado como hombre enamorado.

Athanasia también lo pensó cuidadosamente, aún con el vago recuerdo de las manos de Ijekiel en las suyas, decidió que nunca volvería a hacerlo sufrir de esa forma.

No a su Sol.

Así que ella bajo la cabeza y lo soportó por ambos. En las sombras, como la Luna siempre hacía, esperando un rayo de Sol que pudiera iluminar un poco su alma.

Entonces, Athy calló y esperó poder resistir toda una vida sin su amor.

A los dieciocho, conoció a Cabel.

A los veinte, se casó con él. Su rostro pálido, preguntándose si en verdad quería hacer aquello, la familia de su prometido creyó que estaba nerviosa y les pareció adorable, no sabía que Athanasia estaba aterrada de firmar el acta de matrimonio, de vivir el resto de su vida con un hombre que no amaba.

Miró hacia Ijekiel, al lado de su hermana Jennette. Él tragó grueso, con el ceño fruncido, sus atractivas facciones entremezcladas con rabia e impotencia, apretó las manos en un puño y desvió la mirada.

Athanasia firmó.

Fueron cobardes, ambos fueron cobardes.

Dos días después, Athy se mudó a Atlanta.

Las noches en vilo siguieron, las lágrimas fluyeron ante las estrellas, el alba y la luna.

El ocaso mermó al sol, el alba apenas lo levantó.

El sufrimiento siguió.

Como el Sol y la LunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora